Reproducimos a continuación una elaboración que publicó el PRT en el marco del 30 aniversario de la Revolución del 19 de julio de 1979 en Nicaragua que derrocó la dictadura de Somoza.
La Cúpula Sandinista: 30 años borrando las huellas de
la revolución
1. Introducción
Alguien que
no conociera nada de la historia de Centroamérica en estos últimos 30 años, y tuviera
la oportunidad de viajar a Managua en estos días, difícilmente podría darse
cuenta de que a finales de los 70 se dio un proceso revolucionario de tal
profundidad, que amenazó de muerte al sistema capitalista. La Nicaragua de hoy
día, aunque estén de nuevo en el poder los Ortega, exhibe las mismas lacras de
cualquier otro país capitalista atrasado y explotado por las transnacionales.
Como veremos en este artículo: la dirección sandinista se empeñó en
reconstituir el estado burgués, herido de muerte con la destrucción de la
Guardia Nacional de Somoza fruto de la insurrección popular que culmina el 19
de julio de 1979, y terminó transformándose en una ala de la burguesía
nicaragüense, mediante el robo de las propiedades expropiadas a Somoza y su
camarilla y todo tipo de negociados al amparo del aparato del Estado. No faltan
los filisteos que siguen defendiendo la tesis de que no era posible hacer otra
cosa, porque el imperialismo hubiera intervenido con los marines. Argumento
miserable, porque la guerra que lanzó el imperialismo con la contra costó
decenas de miles de vidas al pueblo nicaragüense. La revolución en Nicaragua
podía triunfar, a condición de que (al igual que se había hecho en Cuba) se
expropiara a la burguesía y la revolución se extendiera al resto de
Centroamérica. Como el sandinismo no siguió esta orientación, y con el apoyo de
Fidel Castro, lo que hizo fue ir haciendo concesión tras concesión a la
burguesía opositora y el imperialismo, fatalmente se cumplió el vaticinio del
Ché: “Revolución socialista o caricatura de revolución”. Hoy toca extraer las
lecciones de esta experiencia histórica, para que el sacrificio y el heroísmo
revolucionario de los pueblos centroamericanos en ese momento no haya sido en
vano. En medio de la crisis económica internacional, apostamos a que los
pueblos centroamericanos volverán de nuevo a luchar por el poder y esta vez de
lo que se trata es de construir una dirección obrera, socialista e
internacionalista, que no vacile en expropiar a la burguesía y unificar la
lucha revolucionaria en Centroamérica.
2. Origen y evolución del Frente Sandinista antes de
la caída de la dictadura
El Frente
Sandinista es una organización guerrillera, que surge impulsado por la onda
expansiva de la revolución cubana, bajo el liderazgo de Carlos Fonseca
Amador. Se forma a partir de una célula
de tres activistas estudiantiles: Carlos, Tomás Borge, Oscar Danilo Rosales, un
reconocido intelectual ya entonces: Edelberto Torres Rivas, y un dirigente sindical
de Estelí: José Benito Escobar.
Carlos
Fonseca Amador había participado en dos intentos de sectores oligárquicos del
partido conservador, para deshacerse de Somoza presionando con acciones
guerrilleras a la cúpula militar (Fonseca Amador recibió un balazo en uno de
los pulmones en la escaramuza del Chaparral). Él y sus compañeros serán de los
jóvenes que se radicalizan con el inicio de la revolución cubana, reclamándose
socialista a partir de entonces, y afianzándose en la estrategia del foco
guerrillero, que propagandiza en ese momento la dirección cubana al hacer
balance de la experiencia del Movimiento 26 de julio en Cuba.
El Frente
Sandinista comenzó a desarrollarse en el movimiento estudiantil, reclutando
activistas para enviarlos a las montañas del norte de Nicaragua. No tuvo ninguna
política para insertarse en el movimiento de masas, cuyos sectores más
combativos (los obreros de la construcción, el sindicato de zapateros de
Managua y el magisterio) eran controlados por la burocracia sindical del
Partido Socialista de Nicaragua (el viejo partido estalinista, que había
colaborado con la dictadura somocista en los años cuarenta, en el marco de la
alianza de Stalin con Roosevelt y Churchill).
El 22 de
enero de 1967, el sandinismo se suma a la multitudinaria movilización que
convoca el líder conservador Fernando Agüero Rocha, para pedirle a la cúpula de
la Guardia Nacional que se deshiciera de Somoza. La manifestación termina en un
baño de sangre y la negociación posterior con Somoza de un triunvirato que le
dio un respiro a la dictadura.
El Frente
Sandinista, fiel a su estrategia foquista, se atrinchera mientras tanto en el
Cerro Pancasán, en Matagalpa, donde sufrirá un duro revés, con el cerco y
acribillamiento de veinte militantes. El
revés provoca una crisis y la salida de militantes, algunos de los cuales
fundarán primero la Tendencia Hacia La Revolución Popular (HLRP) y luego el
Movimiento de Acción Popular – Marxista Leninista (MAP-ML), con una óptica
maoísta que reivindicaba la construcción del partido, al lado de la estrategia
de guerra popular prolongada.
En todo este
período, el sandinismo no rebasa el marco del movimiento estudiantil. Sólo
hasta 1970, es que va a organizar una acción con amplia repercusión a nivel
nacional: cuando los estudiantes se toman las iglesias en toda Nicaragua para
reclamar la libertad de Chico Ramírez (guardia que se pasó a las filas del
sandinismo) y del catedrático Ricardo Morales Avilés. Esta acción y la toma de
la casa del Dr. José María Castillo Quan el 27 de diciembre de 1974 para
capturar familiares de Somoza, y obtener a cambio un rescate y la liberación de
60 presos políticos, comenzarán a darle un enorme prestigio.
Contradictoriamente, sin embargo, la crítica de algunos dirigentes que
consideran esta última acción como aislada del movimiento de masas, comienza a
producir la diferenciación interna que llevará posteriormente a la división en
tendencias.
La burguesía
conservadora, desde la fallida acción del 22 de enero de 1967, no hace más que
una oposición verbal a la dictadura a través de las columnas de Pedro Joaquín
Chamorro en La Prensa y algunas estaciones de radio. Nicaragua, con los
salarios de hambre que garantiza la dictadura, tiene un importante crecimiento
económico a través del Mercado Común Centroamericano, pero las ganancias no favorecen
a todos los burgueses por igual, porque la dictadura se asegura la parte del
león. Esta contradicción interburguesa, y el hecho de que la fracción
conservadora no quiera apelar al movimiento de masas, hace que desde entonces,
las filas del Sandinismo se nutran con jóvenes de extracción oligárquica y de
la pequeñaburguesía más acomodada. Desde
esta época, entre los cuadros del Frente comienzan a aparecer apellidos como
Chamorro, Lacayo, Lang, Sacasa, Carrión, Wheelock, Pastora, Coronel, Cardenal,
Benerio, Plazahola, Lugo, Ferreti, etc.
En 1975, el
Frente se divide en tres tendencias: la
Guerra Popular Prolongada, la Tendencia Proletaria y los Terceristas, división que se prolongará
hasta el momento de la caída de la dictadura.
La muerte de
Carlos Fonseca Amador en 1976, que sin lugar a dudas, representaba el ala más
plebeya, dejó al Frente Sandinista, dividido y sin su caudillo histórico, en
momentos de profunda debilidad por los golpes de la dictadura.
Es esta
situación de relativo retroceso (en el marco de una afluencia sostenida de
nuevos militantes) lo que da origen a los primeros cuestionamientos de lo que
se denominará Tendencia Proletaria, contra la línea foquista y verticalista, de
la conducción tradicional en torno a Carlos Fonseca, Tomás Borge y Óscar Turcio
Chavarría. La Tendencia Proletaria va a ganar las estructuras de base de
Managua, la conducción del Centro Universitario de la Universidad Nacional
(CUUN), e iniciará un trabajo sindical en algunas fábricas de la Carretera
Norte, penetrando el bastión del PSN en el sindicato de la construcción. El planteamiento político fundamental
radicaba en torno a la necesidad de construir un partido obrero para conducir a
las masas hacia la toma del poder a través de la vía insurreccional. Este planteamiento progresivo no se
acompañaba, sin embargo, de una estrategia clara en cuanto al carácter de la
revolución, porque quedaba abierta una política de alianzas con la burguesía
opositora a nivel del gobierno revolucionario que emergiera del proceso insurreccional. La vieja conducción foquista (GPP), respondía
a estos planteamientos replicando que la única forma de sobrevivir como
organización política era estar “enmontañado” y desenvolver el proceso en una
estrategia del cerco progresivo de las ciudades por las columnas guerrilleras
(del campo hacia las ciudades).
Reivindicando una revolución socialista en abstracto, también dejaban
abierta una alianza con las fracciones burguesas opositoras.
En este
marco ideológico, se decanta una tercera fracción (los autodenominados terceristas), encabezada
por los hermanos Humberto y Daniel Ortega, que tenderá a abogar más
coherentemente por una alianza de clases con la burguesía opositora para
compartir el poder una vez que caiga la dictadura somocista y limitar el
proceso a una democratización del régimen político.
El salto en
la situación política se produce en enero de 1978, con el asesinato del burgués
opositor Pedro Joaquín Chamorro, que
detona una poderosa movilización de masas en protesta, con incendios de
empresas ligadas al somocismo en Managua, bajo el impulso de la Tendencia
Proletaria. Este asesinato se enmarca
dentro de una crisis que ya vivía la dictadura somocista, al comenzar a
incrementarse el accionar militar del Frente Sandinista y enfrentarse a un
creciente repudio dentro de la burguesía.
La barriada
indígena de Monimbó en Masaya, la segunda ciudad del país, se insurrecciona en
febrero, dando una lección al conjunto de las masas populares de Nicaragua
sobre los métodos para realizar una insurrección de masas a nivel urbano. Con
la toma del Palacio Nacional en agosto en una operación comando dirigida por el
Comandante Zero, Edén Pastora, de la tendencia Tercerista, la crisis de la
dictadura comienza a hacerse palpable. La burguesía opositora llama a un paro
nacional en setiembre, coincidiendo con una ofensiva concertada de las
diferentes tendencias sandinistas.
Para este
momento, la burguesía opositora, la Iglesia católica, la socialdemocracia
europea y varios gobiernos latinoamericanos,
tratan de comprometer al sandinismo a compartir el poder con la
burguesía ante una eventual caída de la dictadura. La ayuda en armas, recursos
financieros y logística queda así comprometida al surgimiento de un gobierno de
unidad nacional, que se concretará finalmente con la incorporación de Violeta
Barrios de Chamorro (viuda de Pedro Joaquín Chamorro) y Alfonso Robelo
(presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada-COSEP) a la futura Junta
de Reconstrucción Nacional.
3. El FSLN en
el poder: frenar la revolución, para reconstituir el estado burgués
La caída de
la dictadura somocista, en medio de un proceso insurreccional, que provoca la
desbandada de la Guardia Nacional, destruye los cimientos del estado burgués en
Nicaragua. En la fase final de la lucha, en junio-julio de 1979, cuando las
columnas guerrilleras avanzan hacia los centros de población en el Norte,
Managua y la franja del Pacífico, se produce una incorporación masiva de los
sectores populares, que se arman y forman milicias, ejecutan a miembros de los
aparatos represivos que no logran huir y comienzan a ocupar fábricas y
haciendas de los Somoza y su camarilla. Surge así una situación de doble poder,
donde embrionariamente el poder de las masas se expresa en las milicias, la
organización barrial y los sindicatos que comienzan a surgir a partir del 19 de
julio.
Al igual que
en Rusia, en febrero de 1917, cuando la burguesía tiene que recurrir a la
ficción de un gobierno de unidad nacional con socialrevolucionarios y
mencheviques, las direcciones colaboracionistas de clases al frente de los
soviets, el poder real reside en los órganos de poder que están creando las
masas movilizadas. En la Nicaragua de ese momento, la única posibilidad que
tiene la débil burguesía opositora es refugiarse detrás de la Junta de
Reconstrucción Nacional (organismo que sólo cobra vida por la autoridad del
FSLN) y tratar de aglutinarse por medio del COSEP para presionar al sandinismo a cumplir con
programa del GRN, que limita la revolución al establecimiento de un régimen
democrático-burgués.
La dirección
sandinista, que como hemos visto, no tenía una experiencia histórica en frenar
al movimiento de masas, como la de los aparatos estalinistas, se encuentra
presionada desde el primer momento, por la política de colaboración de clases
que ha definido, que la obliga a contener la revolución, para que no vaya más
allá de la conquista democrática que representa la caída de Somoza, y no entre
de lleno en un curso anticapitalista, como el que se anuncia, con el armamento
de las masas y el proceso abierto de tomas de fábricas y tierras. La huída de
la camarilla de los Somoza significa de hecho la expropiación de la fracción
burguesa más poderosa del país, generando una dinámica anticapitalista en medio
de la movilización de masas. Por esta razón,
el sandinismo tiene que comenzar a predicar que las expropiaciones son contra los
burgueses vendepatrias, no contra los que son patrióticos.
La situación
ha tomado por sorpresa al sandinismo, que no contaba con la posibilidad de que
se diera un proceso de organización independiente de las masas. Sin embargo,
rápidamente, logra definir un proyecto de control político y militar del
movimiento de masas, para reconstituir el estado burgués, transformando la
guerrilla en un aparato militar profesional.
Es así como
la primera medida va a ser el desarme de las milicias independientes,
provocando un choque armado con muertos, heridos y presos de las Milicias
Populares Anti-Somocistas (MILPAS, el brazo armado de la corriente maoísta
Movimiento de Acción Popular- ML). En el
caso de la Brigada Latinoamericana Simón Bolívar, que impulsó nuestra corriente
internacional en ese momento denominada Fracción Bolchevique (FB), las y los
compañeros fueron desarmados y encarcelados a mediados de agosto, y entregados
luego a la Guardia Nacional Panameña para sacarlos del país, y confinado en la
Cárcel Modelo en Panamá.
El golpe
represivo contra la Brigada Simón Bolívar era muy importante, porque apuntaba
contra el proceso de surgimiento de organizaciones sindicales, campesinas y
populares con direcciones independientes. Los brigadistas se habían volcado
desde el primer momento, a impulsar el surgimiento de organizaciones de
masas. Como el sandinismo no había sido
nunca una estructura con vinculación al movimiento sindical, no era una
política suya fomentar este proceso de organización del movimiento de masas.
Una vez lanzada la represión, lo que va a hacer es imponer burocráticamente
direcciones manipulables, y crear el aparato burocrático de la Central Sandinista
de Trabajadores, para frenar procesos de organización autónomos. Apelaba al
sentimiento unitario de la base: “Para una sola clase social, una sola central
sindical: Central Sandinista de los Trabajadores”.
Desde agosto
de 1979, la represión a las milicias y las organizaciones de masas, llevó a la
cárcel a militantes y dirigentes de las MILPAS y el MAP-ML, de la Liga Marxista
Revolucionaria (el primer grupo trotskista), del Partido Comunista de Nicaragua
(la fracción del viejo partido estalinista en torno a Elí Altamirano), a la
desarticulación de su aparato sindical: la Central de Acción Unitaria Sindical
( CAUS), a la expulsión de la Brigada Simón Bolívar hacia Panamá y a la confiscación de la maquinaria del “Diario
del Pueblo”, el periódico del MAP-ML.
Esta
escalada represiva era parte de un operativo contrarrevolucionario bien
calculado para controlar el movimiento de masas. Como se pondrá en evidencia con la llegada de
Fidel Castro a Managua a celebrar el primer aniversario del triunfo de la
revolución, la dirección castrista aconsejaba al sandinismo que se mantuviera
aferrado a una política de colaboración de clases con la burguesía, con la
expectativa de que el imperialismo yanqui, a cambio de esta colaboración,
abriera un proceso de negociación con Cuba que terminara con las sanciones y el
aislamiento. El aparato represivo que va
a establecer el sandinismo va a ser creado con la asesoría del G-2 cubano.
Sin partidos
fuertes de la burguesía, con todas las instituciones claves del estado burgués
profundamente debilitadas (hay una purga de los somocistas dentro del aparato
judicial y todos los ministerios), y con un gran sector de la economía que era
propiedad anteriormente de Somoza y sus secuaces, y ahora lo controlan los “administradores” sandinistas, el régimen
político que comienza a conformar el sandinismo para poder controlar al
movimiento de masas es desde el primer momento profundamente autoritario y
bonapartista.
Aunque
contradictoriamente, el sandinismo establece este régimen para tratar de
sostener el sistema capitalista en Nicaragua, las confiscaciones de la
propiedad somocista y el articulamiento de la institucionalidad burguesa en
torno al mando militar guerrillero, provoca las primeras fricciones con la
burguesía opositoria, llevando a la salida de Robelo y Violeta Chamorro de la
Junta de Reconstrucción Nacional a mediados del 80 y a la muerte del dirigente
del COSEP, Jorge Salazar Argüello, en contacto con sectores del somocismo, en
un enfrentamiento con la seguridad del estado.
4. El imperialismo le da “aire” a la economía mixta
del sandinismo
La derrota
militar en Viet-Nam en 1975, como resultado de la combinación de la resistencia
vietnamita, la solidaridad internacional a nivel mundial y la movilización
contra la guerra dentro de los propios Estados Unidos, va a provocar una
profunda crisis de dirección del imperialismo yanqui para enfrentarse a los
procesos revolucionarios más allá de sus fronteras. 1979 es un año crucial,
porque caen dos peones en regiones claves para el imperialismo: Somoza en
Centroamérica y el Shah en Irán. Estamos así a las puertas de un salto, de una
profundización del ascenso revolucionario a nivel mundial, que ha comenzado a
darse desde finales de los sesentas.
Lo grave en
este marco es que Washington se enfrenta al “síndrome de Viet-Nam, la oposición
del pueblo norteamericano a las guerras contrarrevolucionarias con intervención
directa del ejército yanqui.
El fracaso
del intento para liberar por la fuerza mediante una operación comando los
rehenes en la Embajada norteamericana en Teherán, puso en jaque al imperialismo
yanqui y lo deja paralizado por el momento, frente a un proceso revolucionario
de masas ante el cual se comprometió hasta el último momento apoyando a la
odiada dictadura del Shah. Irán se convierte en una amenaza muy seria, porque
la dirección burguesa que se pone al frente del proceso (el clero chiíta
encabezado por el imán Khomeini) pretende asumir un desarrollo capitalista
autónomo, con base en los recursos petroleros del país. Quizás este
desconcierto inicial, contribuye a convertir el problema iraní en un verdadero
trauma hasta el día de hoy en la definición de la estrategia de dominación global
del imperialismo yanqui.
En el caso
de Nicaragua y el ascenso de masas que se abre en toda Centroamérica a finales
de los setentas, donde la Administración Carter, tomando conciencia de la
imposibilidad de una intervención militar directa para impedir la caída de
Somoza, empieza a ensayar otra estrategia contrarrevolucionaria, pactando con
el sandinismo, el congelamiento del proceso revolucionario en los marcos del
capitalismo, una vez que caiga la dictadura. A diferencia de Irán, donde no
existe a nivel internacional ningún intermediario para entablar una negociación
con el clero chiíta, que dé seguridad a los intereses petroleros de Washington
y un compromiso de que la revolución no se extendería entre las masas chiítas
del Medio Oriente, en relación al sandinismo,
ha habido un trabajo previo por parte de la burguesía opositora, la
socialdemocracia internacional y algunos gobiernos burgueses de América Latina,
para “moderarlo”.
Washington
se juega así a fondo, la carta de permitir que el FSLN tome el poder … y va más
allá: otorga una inyección de más de 2 000 millones de dólares en créditos y
ayudas, que le permite al sandinismo hacer importantes concesiones al
movimiento de masas en los dos primeros años de gobierno. El proyecto de
economía mixta del sandinismo: articular la propiedad estatal con el sector
capitalista de la economía, recibe un oxígeno vital.
El rostro
bonachón que intentó proyectar el expresidente Carter en años recientes,
denunciando violaciones a los derechos humanos en varios países de la periferia
y clamando por ayuda al “tercer mundo”, no debe hacer olvidar, sin embargo, que
la contraofensiva contrarrevolucionaria del imperialismo, tanto en los propios
Estados Unidos, como a nivel internacional, se inicia en el último año de su gobierno.
En casa, nombró al frente de la Reserva Federal (FED) al ahora octogenario
Volcker (uno de los principales asesores económicos de Obama), para disparar
las tasas de interés y hacer entrar a la economía yanqui en un curso recesivo,
que aumentara el desempleo y se trajera a pique los salarios. En Centroamérica,
la política “amable” hacia el sandinismo, dio paso a lo que en nuestra
corriente internacional, denominamos desde entonces, la política de reacción
democrática de la “zanahoria y el garrote”, es decir, presión política y luego
militar (con el impuso de la contrarrevolución armada) para obligar al
sandinismo a otorgar cada vez más concesiones a la burguesía local y al
imperialismo
Con bandas
dispersas de guardias somocistas que no huyeron a Honduras y se refugiaron en
las montañas de Nicaragua, la CIA y el Pentágono comienzan a montar las
guerrillas contras (en un proceso coincidente con el de Afganistán), en una
estrategia de “guerra de baja intensidad”.
El ascenso
de Reagan a la Casa Blanca en 1981 le va a dar impulso a esta política,
generando un curso confrontativo muy fuerte, destinado a arrancarle concesiones
sustantivas al sandinismo. El cambio en la estrategia del imperialismo yanqui
se produce como resultado de dos procesos: a diferencia del sandinismo, que no
aborda la revolución nicaragüense como parte de un proceso revolucionario de
conjunto en Centroamérica, el imperialismo yanqui toma conciencia rápidamente
de que para derrotar el ascenso que se está produciendo en el resto de Centroamérica,
al calor del triunfo revolucionario en Nicaragua, tiene que desgastar el
movimiento de masas en este país, y sacar del poder al sandinismo. El triunfo
revolucionario sobre la dictadura somocista ha sido un ejemplo muy peligroso
para su dominación, en una región que tiende históricamente a su integración y
mantiene por eso profundos vasos comunicantes en la lucha de clases.
Mientras le
mete impulso al accionar de la contra para desgastar al sandinismo y refuerza
los ejércitos de Guatemala, Honduras y El Salvador, realiza una operación de
maquillaje “democrático” de las viejas dictaduras militares de esos países y
apuntala económicamente a la “democracia” costarricense para que se convierta
en el ideal al que pueden aspirar, pacíficamente, las masas centroamericanas.
La segunda
razón, es que aunque el sandinismo está fuertemente comprometido a defender el
sistema capitalista, se trata de una dirección independiente, con fuertes
vínculos con Cuba, en la que el imperialismo no puede confiar plenamente. El
desplazamiento de la burguesía opositora del aparato del estado, porque no
tiene mayor cabida dentro de un régimen bonapartista que se estructura en torno
a la oficialidad sandinista, provoca finalmente la ruptura de Arturo
Cruz y Rafael Córdoba Rivas, que sustituyeron dentro del Gobierno de
Reconstrucción Nacional a Robelo y la Chamorro.
La sagacidad
contrarrevolucionaria del imperialismo yanqui, contrasta al mismo tiempo con la
ceguera nacionalista de la cúpula del FSLN. Fiel a un pacto implícito de no
permitir que los guerrilleros sandinistas se trasladen a pelear a El Salvador u
Honduras, persigue, desarma y encarcela a los militantes que intentan hacerlo
por su cuenta. Junto a la dirección cubana, contiene además a la guerrilla
salvadoreña, para que no se lance con el movimiento de masas a un asalto
insurreccional, en medio del fuerte ascenso de obrero y de masas que sacude El
Salvador en el 80-81, y más bien inicie un “diálogo” con “los militares
patrióticos y honestos” de la Junta Militar que ha sustituido a la vieja
dictadura, para constituir “un gobierno de amplia participación”. Esta política
deja pasar el momento más propicio para la insurrección, y una vez que el
movimiento de masas comienza a ser golpeado por los escuadrones de la muerte y
la represión del ejército (el clímax del terror contrarrevolucionario viene con
el asesinato de Monseñor Romero), la guerrilla retrocede y se atrinchera en
algunas zonas montañosas, para mantener una guerra de posiciones con el
ejército, bajo la óptica de negociar una democratización del régimen político
salvadoreño.
Es en este
marco de retroceso del proceso revolucionario en El Salvador, que se
intensifica la ofensiva militar del imperialismo por medio de las
guerrillas de la contra, situación que
obligará cada vez más al sandinismo, a golpear las conquistas que alcanzó el
movimiento de masas al día siguiente de la caída de la dictadura, para poder
mantener la orientación utópica de la economía mixta.
5. Economía mixta y concesiones al movimiento de
masas
El
comandante Jaime Weelock Román, otrora de la Tendencia Proletaria, se va a
transformar en el teórico del proyecto económico sandinista. Es interesante,
por eso, recordar cómo lo define. En una entrevista a Martha Harnecker en
diciembre del 83, nos dice:
“Aquí lo que
hay que plantearse teóricamente es si existe la posibilidad de que la burguesía
produzca cola, sin poder, que pueda limitarse como clase a un poder productivo,
es decir, que se limite a explotar sus medios de producción y que utilice esos
medios para vivir, no como instrumentos de poder, imposición.
Yo creo que
eso es posible en Nicaragua (…) No se trata, por lo tanto de sustituirlos, sino
de buscar fórmulas de vinculación, de integración”.
La ideología
de colaboración de clases que se expresa en estas líneas, no es muy diferente
de la ideología del “socialismo XXI que pregona Chávez. Es el programa de los
mencheviques durante la revolución rusa, que retomará después el estalinismo
para justificar su política de aliarse con algunas burguesías de los países
capitalistas atrasados para resistir la presión imperialista e intentar
mantener un status quo internacional. Se trata de la posibilidad de suprimir
los antagonismos sociales, para promover desde el Estado un desarrollo
capitalista nacional, que permita que la clase obrera se fortalezca y pueda en
una segunda etapa, plantearse la lucha por el socialismo.
Para
suprimir los antagonismo sociales, el sandinismo “disciplinó” fuertemente al
movimiento de masas mediante la represión, e intentó al mismo tiempo dar
algunas concesiones importantes: la creación de un sistema único de salud,
donde tanto los contribuyentes al seguro social como los no contribuyentes
tenían acceso a todos los servicios médicos;
una recuperación del salario y comedores con alimentación subsidiada en
todos los centros de trabajo; centros de
atención infantil en los barrios populares; una campaña de alfabetización
gigantesca a nivel nacional y extender la cobertura del sistema educativo; tierras
para barriadas populares; legislación
progresiva en materia de protección social; precios agrarios subsidiados para
controlar la inflación y la nacionalización del comercio exterior.
Para ganar
el favor de la burguesía, pagó generosamente por la nacionalización de bancos
quebrados, intentó quedar bien con el imperialismo asumiendo el pago de los
intereses de la deuda externa, y mantuvo la ofensiva para convencer al
movimiento de masas de no afectar la propiedad de la burguesía patriótica. Ya
hemos visto en el apartado anterior que a nadie convenció. Amenazada siempre
por el ascenso del movimiento de masas y un régimen que la margina del poder
político en todas las esferas del estado, la burguesía opositora va a recibir
las dádivas del sandinismo y se va a dedicar a descapitalizar las empresas, y
hasta financiar a la contra, alentada por el giro confrontativo que va tomando
el imperialismo. Si la economía empieza a recuperarse en relación a la caída
del 78-79 (una tercera parte del PIB) y todavía en 1984, en medio del clímax de
la ofensiva militar de la contra logra crecer un 4,4%, es gracias al sacrificio
del movimiento de masas, que aplica la consigna del sandinismo: “levantar la
producción”, y porque todavía está afluyendo dinero de empréstitos
internacionales.
Este año,
sin embargo, la situación se comienza a volver insostenible, al devorar el
gasto de la guerra la mitad del presupuesto nacional. La dirección sandinista
comienza a descargar la crisis sobre los trabajadores y el pueblo: se eliminan
los subsidios a los granos básicos, desaparecen los comisariatos o estancos
populares para garantizar el abastecimiento de productos básicos a precios
accesibles a los sectores populares, se permite que se dispare la inflación, se
congelan los convenios colectivos, y se impone el Sistema Nacional de
Organización del Trabajo y el Salario (SNOTS) para asfixiar dentro de una
camisa de fuerza las reivindicaciones salariales. El sandinismo empieza a
eliminar las conquistas que ha logrado el movimiento de masas, para poder
desarrollar una política de concesiones a la burguesía opositora.
La contra logró penetrar en el campesinado
En estos
primeros años, es en el campo, donde el proyecto de economía mixta del
sandinismo va a ser más desastroso. Para impulsar el sector agroexportador y la
gran producción, el sandinismo va a intentar mantener en el Área Propiedad del
Pueblo (administrada por los sandinistas) la mayor parte de las grandes
haciendas confiscadas y congelar el proceso en relación a las grandes
propiedades de la burguesía opositora.
En algunas zonas
fronterizas donde comenzaron a operar las bandas contrarrevolucionarias
(Chontales, Matagalpa, Nueva Guinea, Madriz) no hubo ninguna reforma agraria.
Es así como el descontento campesino comenzó a nutrir las filas de la
contrarrevolución, dándole una base social de apoyo.
El pequeño
productor campesino se vio afectado porque los precios de los productos
agropecuarios se establecían caprichosamente por debajo del costo de producción
y estaban obligados a venderlos al ENABAS para abastecer a los estancos
barriales. Desde los Comités de Defensa
Sandinista se confiscaban los productos a quienes intentaran venderlos por su
cuenta.
Esta
política, contradictoriamente, no significó que hubiera un abastecimiento
adecuado de las ciudades, porque la población afrontaba grandes dificultades para
abastecerse, al dejar manos libres a los capitalistas para que especularan. Los
salarios comenzaron a erosionarse rápidamente, al dispararse el costo de la
vida.
Permitir a los burgueses que descapitalicen
Mientras
tanto, la política económica en relación a la burguesía agroexportadora, estaba
llena de estímulos en certificados para los que obtenían una alta
productividad. A los productores cafetaleros y a los algodoneros se les ponía
de gratis el transporte para sacar su producción o movilizar la mano de obra,
haciendo un llamado a la juventud a participar en brigadas para la zafra o la
recolección del algodón en los latifundios de la burguesía. “¿Y ahora qué? A
cortar café. Y con un poco de maña, cortaremos también la caña”, cantaban
los brigadistas en muchas fincas de los burgueses patrióticos, aunque éstos lo
que hacían era descapitalizar y sacar del país las ganancias. El ingenio San
Antonio, en Chinandega, propiedad de los Pellas, es prueba de ello. Cuando el
sandinismo finalmente lo expropia, es casi chatarra.
6. La guerra contra la contra: Una guerra perdida,
sin expropiar a la burguesía
La contra
terminó siendo nutrida por el descontento de todos estos sectores campesinos, y
de las comunidades indígenas del Atlántico: los miskitos, sumos y ramas, que
chocaron con el sandinismo al reivindicar su autonomía. Los comandos
contrarrevolucionarios lograron así un salto cualitativo en su estructura
organizativa, pasando a constituir fuerzas de tareas que obligaron al Ejército
Popular Sandinista (EPS) a movilizar contingentes cada vez mayores para frenarlas.
1984, marca
el clímax del enfrentamiento militar y da paso al hundimiento económico del
país. El sandinismo se ve obligado a responder políticamente, pasando a
repartir grandes extensiones de tierra del Área Propiedad del Pueblo (APP) en
las zonas donde opera la contra, y a negociar con los caciques miskitos, sumos
y ramas.
La contra es
contenida, pero la negativa del sandinismo a expropiar a la burguesía y apoyarse en las masas
centroamericanas para defender a la revolución de la embestida imperialista, le
permite al imperialismo golpear todavía más a las masas nicaragüenses.
El
imperialismo está siguiendo una estrategia fríamente calculada para desgastar
el apoyo popular al sandinismo. Desde antes de que la Administración Reagan
decretara un embargo comercial y financiero contra Nicaragua en mayo de 1985,
la constitución del grupo de Contadora por varios gobiernos latinoamericanos
(México, Venezuela, Panamá y Colombia) servía para iniciar un proceso destinado
a arrancarle concesiones al sandinismo, que lo llevaran poco a poco a una
rendición en la mesa de negociaciones, explotando a favor de Washington el
cansancio de las masas con los sacrificios que provoca la guerra y la
destrucción del aparato productivo del país. (Se calcula que la contra provocó
pérdidas por más de 2000 millones de dólares, tres o cuatro veces el PIB de
entonces).
A medida que
la guerra se prolonga y somete a terribles privaciones a los sectores populares
(para 1986 la canasta básica de 80 000 córdobas representa 8 veces el salario
nominal de 10 650 córdobas se calcula que el salario real se ha reducido a un
34% de su valor en 1977), el costo en vidas
humanas de las muchachas y muchachos asesinados por la contra mientras cumplían
con el Servicio Militar Obligatorio, comienza a provocar la deserción de los
jóvenes de sectores medios de las ciudades, que emigran masivamente hacia Costa
Rica. El marasmo económico lleva casi al aniquilamiento del proletariado
agrícola y fabril, que empieza desde estos años a cruzar en masa la frontera
hacia Costa Rica. (La población costarricense ronda los 4,8 millones de
habitantes, y probablemente 1/5 sigue siendo de inmigrantes nicaragüenses).
Incapaz de profundizar la revolución, el sandinismo emprende la ruta de la
rendición.
7. La rendición en Esquipulas y Sapoá.
El
imperialismo buscó desde el principio una negociación global con el sandinismo,
tendiente al desarme de todas las guerrillas centroamericanas y la
integración. de la burguesía opositora en el régimen político nicaragüense.
Desde el Documento de Objetivos de Contadora y las tres Actas de Contadora, el
sandinismo fue comprometiéndose a no ayudar a la guerrilla del FMLN, a
instaurar un régimen democrático burgués con elecciones periódicas, a respetar a los vecinos y aceptar el control
y verificación del armamento en la región.
Con el apoyo
de la dirección castrista, desde 1983 la cúpula del FSLN ha realizado un
operativo para suprimir el ala más beligerante de la guerrilla salvadoreña y
cuadrarla con la política de la negociación. Estamos hablando del asesinato de
Cayetano Carpio (Marcial) en Managua, el principal comandante de las Fuerzas
Populares de Liberación (FPL) “Farabundo Martí, la guerrilla más poderosa, que
propugnaba por una estrategia de destrucción de la Guardia Nacional y toma del
poder en El Salvador. Se presentan las cosas como si Marcial hubiera asesinado
a la Comandante Ana María por diferencias políticas y arrepentido, se habría
suicidado. Es un operativo en el peor estilo estalinista, destinado a
desprestigiar y aislar a los seguidores de las posiciones de Marcial, y si es
el caso, como efectivamente sucedió en algunos frentes, a exterminarlos. El
FMLN pasa al mismo tiempo a constituirse como un aparato guerrillero unificado,
catapultando al Partido Comunista estalinista, que no había tenido mayor
protagonismo hasta entonces, y lleva a que domine su dirección el secretario
general del PC, Shafik Handall, hasta hace dos años que muere de un infarto.
La cúpula
sandinista da el paso final en este curso capitulador, en agosto de 1987, al
firmar el Acuerdo de Esquipulas, que establecía el cese de la lucha armada y la
reintegración de las guerrillas en los regímenes burgueses de los países
centroamericanos, a cambio de amnistías, garantías electorales y libertades
democráticas.
Al año
siguiente, la negociación de Sapoá concreta pasos para la reincorporación de la
contra en Nicaragua: el despeje de una zona de 21 000 km2 para la contra, la
liberación de guardias somocistas presos y permitir la ayuda “humanitaria” del
imperialismo para sus mercenarios; abriéndose finalmente un proceso hacia las
elecciones del 90, cuando se concede la ley de autonomía municipal que
reclamaba la contra.
Es
interesante llamar la atención sobre el hecho de que desde 1987, el apoyo el
imperialismo a la contra comienza a languidecer. Para decirlo un poco
burdamente, con sus concesiones y la política económica contra las masas
populares que seguía, el sandinismo logró convencer a Reagan de sus verdaderas
intenciones.
8. Hambreando al pueblo, para sostener los
incentivos a la burguesía agro-exportadora
El
sandinismo profundiza una orientación económica funesta para el movimiento de
masas: tratar de recuperar la economía sosteniendo al sector exportador. Se
liberan los precios de los productos agrícolas, se aprueba una ley de
inversiones extranjeras que permite la repatriación total o parcial de las
ganancias y el capital invertido, se desmantela el monopolio del comercio
exterior. De dólares a precios irrisorios para los grandes importadores (que
hicieron un negociazo mientras la inflación se disparaba y llegaba a principios
de 1988 a 40 000 córdobas por dólar), se pasa a dos devaluaciones sucesivas,
que favorecerán abiertamente a los exportadores (al aumentar el cambio
oficial), y verse premiados con un incentivo en dólares. El ataque a las y los trabajadores
es brutal: 10 000 despedidos con la compactación del estado; indexación de los
créditos de acuerdo con la inflación, disparando de forma indiscriminada las
tasas de interés, que pasan de un 12% anual el año anterior a un 42% mensual; y
aunque la eliminación del Sistema Nacional de Organización del Trabajo y el
Salario (SNOTS), rompe con la camisa de fuerza de las categorías salariales
inamovibles que establecía este sistema, el aumento de los salarios queda
supeditado a mayor productividad, es decir, al aumento de la explotación. El
empobrecimiento es tan brutal, que deben comenzar a repartir paquetes de ayuda:
el llamado “gallo pinto azucarado” (arroz, frijoles y azúcar). Sin embargo,
después del huracán Juana en octubre de 1988, que devastó la costa Atlántica,
el sandinismo decide limitar esta ayuda a los afectados por el terremoto.
Mientras se mantienen, claro está, los incentivos a los exportadores (que
llegarán a alcanzar los US$ 20 millones, algo así como el 10% del valor de las
exportaciones). El sandinismo tiene una política económica que apunta a
coherentizar el funcionamiento del capitalismo en Nicaragua, eliminando los
mecanismos de protección de la clase trabajadora y de control de la anarquía
del mercado que había intentado introducir en la primera fase de la revolución.
El resultado es un empobrecimiento brutal de las masas populares, de su base social de apoyo. Buen favor le
hizo a la oposición burguesa al facilitarle ganar las elecciones, y haberle
economizado el costo de implementar el grueso del “ajuste”.
9. 1990: Un cambio de régimen burgués pactado con el
imperialismo
La
implementación de los acuerdos de paz de Esquipulas y Sapoá, puso a la orden
del día la apertura del proceso electoral de 1990 para favorecer a la coalición
burguesa que el imperialismo promovió, con el fin de intentar desplazar al
sandinismo del poder por la vía electoral. Prácticamente todos los grupos
burgueses de oposición se ponen de acuerdo para levantar la candidatura de
Violeta Chamorro, a través de la Unión Nacional Opositora (UNO).
El
sandinismo ha pactado con el imperialismo, la garantía de que entregaría el
poder si perdía las elecciones, recibiendo a cambio la seguridad de que las
propiedades y privilegios adquiridos por la cúpula sandinista no serían
tocados. Esto es un aspecto clave, porque los administradores y la casta
militar sandinista han venido adquiriendo privilegios a través de una gestión
cada vez más corrupta en el sector económico del Estado (APP) y la
administración pública. La cúpula sandinista se hacía de la vista gorda, porque
venía en un proceso de simbiosis con el sector burgués agroexportador, a través
de algunos negocios de los Ortega y otros Comandantes con terratenientes de
la “burguesía patriótica”.
Las
instancias de dirección del sandinismo habían comenzado a hacer ideología en
los comités de base en el sentido de que se había llegado a una coyuntura de
equilibrio militar con la contrarrevolución,
donde ninguna de los dos fuerzas enfrentadas estaban en capacidad de
derrotar al adversario y determinar el control total del poder político. En
medio de la crisis económica, esto obligada a la apertura y negociación con el
imperialismo, y a permitir un gobierno transicional de la derecha, mientras se
fortalecían de nuevo.
Con el triunfo
electoral de Violeta Chamorro, el proceso de la “piñata”, en los tres meses
siguientes antes de entregar el gobierno, puso en evidencia la voluntad de la
cúpula sandinista de conformarse como una fracción burguesa, apropiándose de
buena parte de la propiedad confiscada al somocismo y los bienes del
estado, y a modo clientelista,
repartiendo entre sus bases más fieles algunas migajas, desde vehículos hasta
casas. Aprovechando el control del poder judicial, los cuadros sandinistas
corrieron a legalizar mansiones, fábricas y fincas que se habían arreglado para
retener en sus manos.
Se produce
así un cambio cualitativo en la naturaleza social del Frente Sandinista, que
pasa a ser el principal partido burgués
de Nicaragua y a entrar de lleno luego en un juego de alianzas y
componendas con los otros partidos burgueses (particularmente con el partido
Liberal Constitucionalista de Arnoldo Alemán) para retener importantes cuotas
de poder en el aparto del Estado, aunque se viera obligado a salir del Ejecutivo
en el 90.
Ortega desde
las primeras horas del triunfo de la Chamorro, se encargó de frenar los choques
que se produjeron, cuando sus partidarios comenzaron a salir a las calles, a
pedir que no se entregara el poder. Demagógicamente, planteó que gobernarían
desde abajo.
A otro
nivel, esta transformación del sandinismo se dio también, con la separación
formal entre el ejército y la cúpula sandinista. Proceso que empezó el mismo
día de las elecciones, al aceptarse que los miembros del ejército y la policía
no votaran, lo que perjudicaba electoralmente a los sandinistas. Al comenzar a
desarmarse la contra después de la negociación de Sapoá, el ejército venía
siendo desmovilizado y se había creado una Academia para la profesionalización
de los oficiales. El gobierno de la Chamorro se va a limitar a deshacerse del
sector más plebeyo de la oficialidad, conservando los mandos de apellidos
oligárquicos, como el jefe del ejército Joaquín Cuadra Lacayo. Es muy
importante tener presente, que estos mandos militares provenientes del
sandinismo han garantizado desde entonces, bajo los gobiernos de la Chamorro,
Alemán y Bolaños, la seguridad de la
“democracia” en Nicaragua. Sin ninguna
resistencia de la oficialidad, el gobierno de la Chamorro compactó
significativamente el ejército, tal y como lo exigía el imperialismo, y
finalmente será el propio Daniel Ortega, recientemente, el que se deshaga de
los cohetes tierra-aire entregados por los soviéticos en los ochentas.
10. La herencia del sandinismo: Un régimen
democrático-burgués inestable y corrupto
El
sandinismo dejó de ser una formación nacionalista pequeño-burguesa y con ello
mudó también su relación con el movimiento de masas. El enriquecimiento ilícito
a través de la piñata le enajenó el apoyo de una parte de los trabajadores y el
pueblo, que se orientará electoralmente hacia los partidos burgueses, ante la
falta de alternativas de izquierda. Esto explica que haya tenido que esperar
casi dos décadas para poder retornar al poder por la vía electoral. La base y
los cuadros intermedios del Frente Sandinista, profundamente desmoralizados, no
fueron capaces de producir ningún agrupamiento hacia la izquierda.
Para
retornar al poder en las últimas elecciones, el sandinismo ha tenido que
retroceder aún más, destruyendo las últimas conquistas que quedaban de la
revolución (como el derecho al aborto terapéutico) para que los curas llamaran
a votar por Ortega. Para no tener ninguna duda del carácter burgués y
contrarrevolucionario de su cúpula, no sólo es útil traer a colación, que la
Revista Forbes considera a Humberto Ortega el principal millonario en
Centroamérica, con inversiones muy importantes en Costa Rica y Honduras. Más
importante es tener presente que el sandinismo regresó al poder, después de
permitir que fuera aprobado en el 2005, el Tratado de Libre Comercio entre
Centroamérica y los Estados Unidos. Aunque pudieron haber bloqueado su
aprobación en la Asamblea Nacional, después de un poco de alharaca dejaron que
se votara. Los Ortega apostaban a que la mano de obra miserable de Nicaragua,
les iba a permitir ganar la competencia con Costa Rica en la atracción de
inversión extranjera (tal y como estaba sucediendo en tiempos de Somoza, una de
las razones para que la burguesía tica le diera apoyo al sandinismo en aquella
época).
Regateando
protección al corrupto expresidente Alemán, el sandinismo se las ha arreglado
para conservar una importante cuota de poder en la Asamblea Nacional, el
aparato judicial y las municipalidades. Ahora que está en el gobierno,
recurriendo a las peores tácticas (desde la anulación de algunos partidos
opositores hasta los ataques con turbas durante las campañas electorales)
defiende un régimen que trata de descargar la crisis sobre las ya empobrecidas
y sufridas masas nicaragüenses.
En el próximo
ascenso revolucionario, las masas obreras y populares de Nicaragua tendrán que
romper definitivamente con la dirección sandinista y no vacilar a la hora de
plantearse la expropiación de los burgueses sandinistas. Los marxistas
revolucionarios de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI)
trabajamos para construir el partido revolucionario que dirija este proceso.
_____________________________
ANEXO 1
Desde antes de la toma del poder el sandinismo estaba comprometido a sostener a la burguesía
Nahuel Moreno, el fundador de la LIT-CI, en varios escritos sobre las experiencias guerrilleras desde la segunda guerra mundial, que constituyen un importante aporte al análisis marxista sobre el aspecto militar de la lucha por el poder político; señala que los movimientos guerrilleros que han triunfado, ha sido gracias a la conjunción de dos factores: un poderoso ascenso del movimiento de masas, que la guerrilla logra canalizar hacia la conformación de un ejército; y algunas condiciones especiales que debilitan al enemigo, y que garantizan que una ala del imperialismo o de la burguesía nacional apoyen a la guerrilla para construir el aparato militar. Moreno cita varios ejemplos históricos, como el de la guerrilla yugoslava, que el ejército nazi no logra aplastar por enfrentarse a varios escenarios de guerra en Europa al mismo tiempo y destaca que la experiencia revolucionaria en Cuba fue mal comprendida, porque el triunfo revolucionario se produjo gracias al ascenso de masas generalizado y al apoyo a la guerrilla de un ala del imperialismo yanqui, la burguesía cubana y la Iglesia Católica. Donde estos factores no han entrado en juego, como en casi toda América Latina después de la Revolución Cubana, por la política directamente contrarrevolucionaria del imperialismo yanqui, las guerrillas que se mantienen aisladas del movimiento de masas, aunque logran un accionar militar importante, como los montoneros o el ERP en Argentina, los tupamaros en Uruguay o en menor medida la guerrilla de Marighela en Brasil, terminan derrotadas en el enfrentamiento con el aparato militar más grande y sofisticado del ejército burgués y los cuerpos de inteligencia del estado, respaldados por el imperialismo, llevando al exterminio de los revolucionarios que abrazaron el camino del “foco” guerrillero, como en el caso del Ché en Bolivia. Aunque Moreno no descartó en ningún momento combinar acciones guerrilleras realizadas a partir del movimiento de masas, con los métodos obreros de lucha, dedicó su vida a reivindicar la estrategia revolucionaria fundamental del Marxismo: construir un partido obrero, socialista e internacionalista para conducir a las masas populares a la toma del poder de forma insurreccional. Puede resultar un camino más arduo, pero es el único camino seguro para la revolución socialista.
La única guerrilla que ha logrado un triunfo revolucionario después de la Revolución Cubana, la guerrilla del FSLN no fue la excepción al análisis que hizo Moreno. Las relaciones con la burguesía y el imperialismo que establecieron los sandinistas desde antes del triunfo revolucionario, condicionaron su política de colaboración de clases y la destrucción finalmente de las conquistas revolucionarias del pueblo nicaragüense.
Es interesante, que sea el propio Humberto Ortega, posteriormente el principal Comandante del Ejército Popular Sandinista, que nos cuente un poco como fue este proceso. En La Epopeya de la Insurrección (Lea Grupo Editorial, Managua, 2004) relata:
“Desde 1977 se viene obteniendo armamento en la región por nuestros propios medios. Luego, el caudillo costarricense José Figueres Ferrer en 1978 nos entrega un lote importante de armas. El otro aporte bélico más moderno lo entrega el Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez. También el General Torrijos nos proporciona armas, entre ellas morteros 60 mm, bazookas francesas y tromblones lanzagranadas de FAL belgas. A inicios de 1979, el Presidente venezolano nos manifiesta que ni él ni el General Torrijos, pueden suministrarnos más ayuda militar, y seguidamente le solicita a su homólogo cubano que nos proporcione el armamento, a lo que Fidel responde afirmativamente” (pp.391-392).
Obsérvese: Carlos Andrés Pérez le pide a Fidel que envíe armas. “(…) Con el apoyo logístico de los gobiernos de la región y particularmente por las gestiones de los líderes Carlos Andrés Pérez, Omar Torrijos, Fidel Castro y Rodrigo Carazo de Costa Rica, los terceristas articulamos un tren logístico aéreo y terrestre que permite introducir el armamento proveniente de la Isla. Sin esta alianza hubiera sido imposible introducir las armas (…)” (p. 392)
En cuanto al financiamiento y el centro de operaciones: “Desde 1978, los Terceristas venimos obteniendo apoyo financiero que proviene particularmente del Gobierno de Venezuela a través de su Presidente, quien nos proporciona más de un millón de dólares que son recibidos por don Joaquín Cuadra Chamorro y Herty Lewites. Del General Omar Torrijos recibimos 100 mil dólares mensualmente; también el Presidente López Portillo realiza sus aportes (…) En San José, Costa Rica, funciona el Puesto Central de Mando para la dirección y coordinación de la insurrección”. Según nos dice, en locales del empresario Fernando Trejos (que aspirará a la candidatura presidencial de uno de los principales partidos burgueses, el PUSC, en una elección posterior).
No podemos extendernos mucho con esta especie de memoria del exgeneral sandinista. Conviene, sin embargo, seguir el relato de los últimos acontecimientos, antes de la caída de Somoza, para poner de relieve cómo el imperialismo intentó salvar a la Guardia Nacional y los comandantes sandinistas accedieron.
El 11 de julio, el Presidente costarricense Rodrigo Carazo llama a una reunión en su casa de playa en Puntarenas, con representantes de Torrijos y Carlos Andrés Pérez, a la que asisten Humberto, Daniel Ortega y Tomás Borge por la cúpula sandinista, y William Bowdler por el gobierno yanqui. Resultado: el Plan de Puntarenas. Cesar los combates una vez que Somoza renuncie ante el Congreso, acuartelar a la Guardia Nacional, integrar dentro de un nuevo ejército los soldados y oficiales sin cargos criminales y entregarle el poder a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional negociada entre el sandinismo y la burguesía opositora.
El plan fracasa, sin embargo, por la renuencia de Francisco Urcuyo (designado para suceder a Somoza) y el nuevo jefe de la Guardia Nacional, el general Mejía, a rendirse. Ortega lo explica por la presión que hacía Somoza en Miami para que hubiera una intervención directa de los yanquis. Difícilmente, sin embargo, se hubiera podido dar la transición, porque el empuje del levantamiento de masas en curso estaba empezando a provocar la desbandada de la Guardia Nacional. Es esto, lo que lleva a que el exgeneral Ortega nos diga, que finalmente tuvieron que exigir la rendición incondicional de la Guardia y entrar en una Managua insurreccionada el 19 de julio.
_____________________________
ANEXO 2
La participación del PRT costarricense en la brigada Simón Bolivar
Desde su surgimiento, el PRT de Costa Rica ha estado vinculado a una corriente internacional del movimiento trotskista, que hoy conforma la Liga Internacional de las y los Trabajadores (LIT-CI). Para la época en que se inicia la revolución nicaragüense, esta corriente se denominaba Fracción Bolchevique, porque participaba en el Secretariado Unificado de la IV Internacional, presidido por Ernest Mandel. Reproducimos a continuación el extracto de una nota de Bandera Roja del 2006, sobre la participación del PRT en la Brigada Internacionalista de combatientes Simón Bolívar. Es bueno recordar, sin embargo, que la solidaridad que prestó el PRT no se limitó a esto. Desde los comités de vivienda que impulsaba en los barrios del sur de San José (Cristo Rey, Barrio Cuba y otros) levantó la solidaridad en todas las marchas por vivienda que realizaba. Las banderas rojinegras comenzaron así a aparecer en las calles de San José.
(…) Convocada por los partidos de la Fracción Bolchevique, especialmente por los compañeros de Colombia y Argentina, surgió la Brigada Latinoamericana Simón Bolívar. El grupo de jóvenes que integraba el PRT tico, desde los comités de lucha por la vivienda que había formado en los barrios del Sur, había iniciado las movilizaciones de apoyo en los sectores populares, contribuyendo a prender la solidaridad de masas que se genera en nuestro país y se expresará en el lema de entonces: “Hombro con hombro, mano con mano, ticos y nicas somos hermanos”. Para la formación de la Brigada de combatientes, el PRT aportó varios de sus militantes más abnegados de entonces (Allen Cordero, Victoria Morales y Percy Marín) y asumió buena parte del esfuerzo de logística y avituallamiento que implicó la llegada de cien o más voluntarios seleccionados para integrar el primer contingente de la Brigada entre varios miles que se reclutaron por toda Latinoamérica (destacándose particularmente en esta tarea, Franklin Sancho, dirigente sindical de Hacienda que rompió posteriormente con el Partido y falleció hace algunos años).
La dirección sandinista, sin embargo, no se dio mucha prisa para integrar la Brigada al Frente Sur, sólo poco antes de la caída de Somoza se permitió que un primer destacamento lo hiciera. Muriendo en combate tres de los brigadistas colombianos: los compañeros Mario Cruz Bolaños, Pedro J. Ochoa y un nicaragüense residente en Bogotá: Max Leoncio Senqui.
Cabe recordar además, que los compañeros Pablo Hernández, Gastón y Olga Carrillo Bianchi (“Pelusa”) y Jorge Arturo Camacho, que por aquel entonces hacían un trabajo político independiente en Limón, integraron al dirigente negro Marvin Wright “Calalú” en la Brigada, y movilizaron en lanchas un grupo de voluntarios que liberó a la ciudad de Blufields en el Atlántico y participó en la eliminación de los focos de resistencia somocista.
Con la clase obrera nicaragüense
El papel de la Brigada Simón Bolívar no terminó, sin embargo, el 19 de julio. Al día siguiente de la caída de la dictadura, la clase obrera nicaragüense, instintivamente, comienza a tomar las fábricas abandonadas por los somocistas y a tratar de organizar comités de fábrica y sindicatos. Muchos de los brigadistas, por el hecho de ser activistas sindicales en sus países, terminan impulsando este proceso, que abre una dinámica anticapitalista que no está en las intenciones del FSLN. Sólo cuando ya es una realidad el proceso de organización de la clase en más de 100 comités y sindicatos, los sandinistas corren a constituir la Central Sandinista de Trabajadores (CST) para controlarlo burocráticamente.
Otros brigadistas se han incorporado además a los Comités de Defensa Sandinista (CDS) que surgen en los barrios, e impulsan tareas de seguridad y aprovisionamiento. En el Valle de Nejapa, se ha impulsado el primer complejo agrícola.
El sandinismo plantea la disolución de la Brigada. Ante lo cual, el 11 de agosto, en el plenario de 110 delegados de 40 sindicatos para plantearse la formación de la Central Sandinista de Trabajadores, un obrero propone y se vota por unanimidad: “Solicitar al Gobierno de Reconstrucción Nacional y al FSLN, que le otorguen a los miembros de la Brigada Simón Bolívar y demás internacionalistas que lo requieran, la calidad de ciudadanos nicaragüenses”.
El sandinismo, contrario al espíritu internacionalista de los obreros, opta finalmente por el desarme y expulsión de la Brigada, manu militari, con el apoyo de la Guardia Nacional de Panamá. Nuestros compañeros Allen Cordero y Victoria Morales pasan encarcelados unos días en la Cárcel Modelo de Panamá, con otros brigadistas.
En ese marco el FSLN desata una virulenta campaña contra lo que denomina la “ultraizquierda”, que llevó luego a la represión de otras agrupaciones como al maoísta Movimiento de Acción Popular – Marxista Leninista (MAP-ML) y al cierre del diario “EL Pueblo” que impulsaba, también se reprimió al grupo trotskista de Granada: la Liga Marxista Revolucionaria (LMR) y al propio Partido Comunista, llegándose a allanar las oficinas de la central sindical que dirigía: la Central de Acción y Unidad Sindical (CAUS) .
Recordar esta página, tal vez no permite comprender el significado de la experiencia que hizo el PRT. No sólo se puso a prueba el internacionalismo del Partido, sino que también nos templamos para resistir las presiones de aparatos burocráticos y colaboracionistas de clases como el FSLN de entonces. La Historia luego confirmó la corrección de nuestros análisis sobre el FSLN, y hoy, 27 años después, más bien asistimos a su consolidación como un nuevo partido burgués en Nicaragua que, con un demagógico lenguaje de “izquierda”, se encuentra comprometido a fondo con el sostenimiento del sistema y la defensa de sus propios negocios.
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ANEXO 3
El movimiento trotskista y la prueba de fuego de la revolución centroamericana
David Morera, PRT Costa Rica
Nuestra corriente histórica, la Fracción Bolchevique (FB), en ese entonces minoría al interior del Secretariado Unificado (SU) de la IV Internacional, tuvo dos orientaciones centrales acertadas antes y después de la revolución nicaragüense. En una primera etapa, cuando inicia el proceso insurreccional de masas, sin ningún sectarismo, nos colocamos en el terreno militar del FSLN para impulsar la lucha contra la dictadura somocista, distinguiendo entre el carácter nacionalista pequeñoburgués de la dirección del FSLN y el contenido tremendamente revolucionario y la dinámica objetivamente anticapitalista de la movilización insurreccional de las masas. A tal punto fuimos consecuentes con esa orientación que organizamos la Brigada Simón Bolívar de combatientes voluntarios, para participar en la lucha armada. Mientras, por el contrario, la dirección mandelista del SU y el SWP norteamericano en esa etapa anterior a la caída de Somoza, tuvieron una posición sectaria o abstencionista. Cuando triunfa la insurrección, la FB encabezada por Nahuel Moreno, levanta la consigna por un gobierno del FSLN y las organizaciones obreras y populares, sin burgueses, y manteniendo su independencia política llama a construir un partido obrero revolucionario, independiente del FSLN, y a continuar y profundizar la movilización de las masas, organizando sindicatos, promoviendo tomas de tierras, etc. En ese entonces, el SWP y el SU mandelista dan un espectacular viraje oportunista y terminan capitulando al FSLN en todos su extremos, incluso avalando la represión contra la Brigada Simón Bolívar, las organizaciones de izquierda y el clasismo y orientan a disolver los grupos trotskistas y los conminan a integrarse en el FSLN. Luego el lambertismo (lo que hoy se conoce como el Acuerdo Internacional de Trabajadores/as) les sigue en ese camino de adaptación al FSLN, caracterizando falsamente al Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN) como un gobierno obrero campesino, cuando en realidad se trata de un gobierno colaboración de clases, que avanza a la reconstrucción del Estado burgués. Fruto de esta capitulación, un puñado de militantes lambertistas terminó absorbido por el aparato del FSLN, sin pena ni gloria.
El lambertismo se fundamentó en lo que Nahuel Moreno describió como la teoría oportunista de los campos, que es la misma coartada teórica que hoy utilizan las corrientes que se reivindican trotskistas para capitular al chavismo y a los gobiernos frentepopulistas y nacionalistas de América Latina.
De acuerdo a esa teoría de los campos, en los países semicoloniales, por lo tanto sometidos al yugo imperialista, hay que ubicarse en el campo burgués progresivo, para combatir al enemigo fundamental que es el imperialismo. Esta teoría se apoya en buena parte en la realidad de los países coloniales y semicoloniales y fue formulada originalmente por la Internacional Comunista en su III Congreso de junio de 1921, bajo la forma del frente único antiimperialista. Posteriormente, esta teoría fue desarrollada de manera oportunista por Stalin y Mao, al punto de capitularle totalmente a las direcciones nacionalistas burguesas, y fue reproducida en el seno mismo del movimiento trotskista por corrientes revisionistas como el pablismo -con el saldo trágico de la traición a la revolución boliviana de 1952- y posteriormente por el lambertismo, entre otras.
Ciertamente no todos los gobiernos burgueses son iguales para el marxismo, y en la confrontación y el forcejeo con el imperialismo, pueden surgir movimientos nacionalistas burgueses y gobiernos bonapartistas sui géneris, con una relativa independencia del imperialismo, como es el caso de Chávez hoy. El problema de los trotskistas oportunistas es que, de ese análisis parcialmente correcto, extraen una conclusión liquidadora, completamente antimarxista y antitrotskista: como se supone estamos con el campo burgués progresivo, prácticamente debemos tener un frente único permanente con direcciones como el sandinismo, el chavismo , el evomoralismo y colocarnos bajo su dirección política.
En su polémica con el lambertismo, refiriéndose a la teoría de los campos, Moreno, señala: “el contenido principal de esta teoría puede sintetizarse así: el eje estratégico del partido revolucionario en los países atrasados es la conformación de un frente único antiimperialista con la burguesía nacional”. Más adelante agrega: “Resumiendo los argumentos de Lambert-Favre, tenemos: en los países semicoloniales y coloniales existen dos campos, el antiimperialista con el proletariado, las masas y el sector de la burguesía llamado “nacionalista”, y el imperialista con el imperialismo y los sectores de la burguesía ligados a él. El deber del partido del proletariado, el eje de su política, es conformar un “bloque unido” con los partidos de la burguesía y la pequeña burguesía, y contra el campo imperialista. El eje de la política de Lambert-Favre no es lograr la independencia de clase del proletariado y, en ese marco, estudiar la conveniencia táctica de hacer tal o cual acuerdo limitado y circunstancial con algún sector de la burguesía, sino exactamente lo contrario. Lo permanente, lo estratégico es el acuerdo con la burguesía; la “autoorganización de la clase obrera” (suponiendo, con una gran dosis de buena voluntad, que eso es sinónimo de independencia de clase), pasa al plano secundario”.
Es preciso remarcar, sobre todo para quienes escribimos desde el istmo centroamericano, que la teoría de los campos, se tradujo en Nicaragua en los ochenta en el hecho que los militantes lambertistas que terminaron ingresando en el FSLN se disolvieron en su aparato, mientras que la corriente morenista, en medio de la “borrachera” de las masas con el FSLN, se afincó trabajosamente como un pequeño pero aguerrido grupo en las concentraciones obreras de la carretera norte de Managua. Hoy del lambertismo no quedan ni los vestigios en Centroamérica, mientras el morenismo es la única corriente del trotskismo que sobrevivió a las duras pruebas de los ochenta y noventa, corriente que se recompone y desarrolla actualmente. Esto no es obra de la casualidad. Es la prueba histórica de dos líneas frente a la revolución centroamericana: la lambertista, del SWP norteamericano y la del SU mandelista, de capitulación y disolución en un movimiento nacionalista pequeño burgués (en ese entonces con enorme prestigio) como el FSLN y por otro lado, la de la LIT, de pelea tenaz por la construcción de partidos trotskistas independientes.
Esa misma ubicación correcta le permitió a la LIT ser la única corriente que alertó sobre la trampa de Contadora y denunció claramente los acuerdos de Esquipulas II y Sapoá, al servicio de la lógica “del garrote y la zanahoria” del imperialismo. Esa coherencia teórica y ese acierto político, es la que ha permitido que el trotskismo mantenga una vigencia en la vanguardia a escala centroamericana, de lo que nos sentimos orgullosos. Sobre esas bases fundacionales nos preparamos para los combates venideros en Centroamérica, aprendiendo las lecciones sustantivas de la colosal experiencia del ascenso de la revolución a fines de los setenta y principios de los ochenta y de la tragedia de su derrota y traición a fines de los noventa. Con ese legado, hoy intervenimos para reconstruir el partido revolucionario que las masas necesitan urgentemente en Nicaragua y Centroamérica, para preparar su próxima revancha.
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