Dossier

Contra el Trotsko-Chavismo
En defensa de la Revolución Permanente

Por: David Morera (PRT - CR*)
Fecha de publicación: 27/12/07

Las tesis teóricas de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de conjunto de un movimiento histórico que se desarrolla ante nuestros ojos”
Marx y Engels (1848) [1]

Sobre el referéndum en Venezuela realizado el 2 de diciembre del año en curso para aprobar o rechazar la reforma constitucional propuesta por el presidente Chávez, en estos días se ha suscitado un profundo y apasionante debate en el seno del movimiento trotskista, que ha trascendido los círculos de cada organización particular. No es para menos. Venezuela es un país clave en el marco del ascenso latinoamericano. Desde el Caracazo, las masas venezolanos han venido luchando y resistiendo de manera ejemplar y desde hace tres períodos han sostenido al gobierno chavista, con un amplio respaldo. El 2 de diciembre el chavismo tuvo su primera derrota electoral, el balance de la política que aplicó la izquierda marxista, el balance sobre las causas que explican esa derrota y las perspectivas que se abren, es una cuestión crucial para las y los revolucionarios del continente y el mundo.
El ala del movimiento trotskista que llamó a votar Si en el referéndum, que en Venezuela se expresa por medio de Marea Clasista y Socialista (acuerpada internacionalmente por el MST argentino y el MES brasileño), tiene como uno de sus exponentes al compañero Olmedo Beluche, dirigente panameño del Partido de Alternativa Popular (PAP), de larga trayectoria en el movimiento trotskista. Beluche ha difundido por Internet dos textos: “ La "pifia" de algunos trotskistas sobre Venezuela - www.aporrea.org/actualidad/a47102.html y Sobre el mal uso del concepto "Bonapartismo" - www.aporrea.org/actualidad/a47102.html, dedicados a combatir duramente la política de la Liga Internacional de las y los Trabajadores-IV Internacional (LIT) y la Unidad Internacional de Trabajadores (UIT), que en el primer caso llamó a votar No y en el segundo a abstenerse en el referéndum realizado recientemente en Venezuela, en torno a la reforma constitucional propuesta por Chávez.
Hay que reconocer que tales documentos del compañero Beluche, nos obligan a elaborar con más precisión y recurrir a la experiencia histórica. No suelo llenar de citas textuales los documentos, porque ciertamente no hay nada peor que los debates “hermenéuticos” que se apoyan solamente en categorías abstractas y en citas descontextualizadas, que pueden servir para muchos propósitos. Pero dado que Olmedo Beluche hace un esfuerzo serio por sustentar teóricamente sus posiciones, con las cuáles discrepo por el vértice, es obligatorio hacer el debate teórico político con la mayor rigurosidad.
Una cuestión de método para empezar. Vamos a hacer un esfuerzo por ubicar la polémica en el contexto social y político que corresponde. Es decir, vamos a procurar seguir el consejo leninista de primero “hacer análisis concretos de la realidad concreta”, y a partir de esa ubicación, establecer luego los fundamentos teóricos que se desprenden de las discrepancias y llegar a conclusiones.
Olmedo, una y otra vez, soslaya dos criterios de capital importancia, que hemos señalado con insistencia:
1) No hace un análisis concreto del contenido de la reforma constitucional que propone Chávez: ¿es progresiva, es antiimperialista, amplía y profundiza los derechos económico-sociales de la clase trabajadora, su autonomía y capacidad de organización independiente, o como decimos en la LIT: es una reforma bonapartista, cuyo objetivo es controlar y regimentar al movimiento obrero y de masas, así como mantener y profundizar el asocio y la penetración del capital imperialista, en beneficio de la boliburguesía? Leonardo Arantes, César Neto y Orlando Chirino, han demostrado con creces la segunda caracterización. No he visto una línea de Olmedo, ni de sus correligionarios en Venezuela, como Stalin Pérez o de intelectuales chavistas como James Petras, debatir y explicar dónde está, no el “socialismo del siglo XXI” (que no es más que demagogia del teniente coronel Chávez), sino al menos los elementos progresivos de esa reforma.
2) Como indiqué en una nota anterior que cursé al compañero Roberto Herrera: “Insisto en que la política revolucionaria se formula en su contenido por las necesidades y en su forma por el nivel de conciencia de las masas. Si eso es así, la necesidad más grande hoy del movimiento de masas no es derrotar un golpe proimperialista inexistente, sino derrotar la maniobra bonapartista de Chávez para controlar y maniatar al movimiento de masas, y asegurar y profundizar la entrega y los negocios con las transnacionales por parte de la boliburguesía chavista, a través del eufemismo del esquema mixto”. Agreguemos además que ese curso antiobrero cada vez más acelerado del chavismo ha quedado evidenciado este mismo año con la represión de la gendarmería contra la huelga de Sanitarios Maracay y el ataque a los trabajadores petroleros.

LA GUERRA VIRTUAL DE OLMEDO
El principal argumento de Olmedo para justificar el voto por el Si a la reforma de Chávez es que la contradicción fundamental, el eje que cruza toda la realidad política venezolana lo define el enfrentamiento entre Chávez y el imperialismo. Pero ¿cuál es esa realidad? En este momento (a diferencia del 11 de abril del 2002) no hay evidencia alguna de golpe o de agresión imperialista en ciernes y la derecha más bien tiene un discurso conciliador de concertación nacional post referéndum, (destaquemos que luego del fallido golpe buena parte de la burguesía se fue acomodando y ha hecho buenos negocios con el chavismo), mientras Bush tiene un perfil muy bajo, evitando el enfrentamiento directo con Chávez, pues éste último no deja de tener el margen de maniobra del petróleo, y el imperialismo yanki hoy se encuentra muy empantanado en Irak.
Como esa es la realidad concreta, Olmedo Beluche tiene que sacar de su manga una guerra, sí, una guerra…pero “virtual” entre Chávez y el imperialismo. Curiosa forma de “guerra” es esa. Veamos lo que textualmente afirma Olmedo: “Es concreto, cuando la lucha de clases se agudiza, en especial en medio de las guerras civiles, y en Venezuela y Bolivia estamos en guerras civiles “virtuales”, pero no menos reales, es muy peligroso olvidarse que se forman dos bandos en batalla, dos trincheras enfrentadas (y no tres) y hay que saber muy bien en cuál trinchera te metes, porque te cuesta la vida”. [2]
Olmedo le endosa a la LIT y a la UIT tener un análisis unidimensional, antidialéctico, sectario, tipo blanco y negro, que solo distingue el antagonismo entre burguesía y clase trabajadora, pero que no capta la contradicción entre la nación oprimida (encarnada en el bonapartismo sui géneris de Chávez) y el imperialismo yanki. Por esa vía termina justificando su ubicación político programática, que como veremos más adelante, es coherente con la llamada “teoría de los campos”. Pero habría que preguntar: sí para Olmedo la LIT y la UIT no ven la contradicción entre el régimen chavista y el imperialismo, ¿cómo se expresa en torno al plano que olvida o minimiza Olmedo: es decir, el plano de la contradicción entre la burguesía y el proletariado? Y sobre todo: ¿cómo se expresa esa contradicción en la discusión concreta sobre la reforma constitucional?. ¿La reforma beneficiaba a la burguesía o no, desde el punto de vista genérico, vista en su conjunto como clase?. Nosotros creemos que si la beneficia, por las razones ya explicadas. Arantes y Neto agregan además que la oposición burguesa lo que más temía con las reformas es la re-elección presidencial indefinida, lo que limitaría su posibilidad de postularse para el futuro y acceder a las riendas del Ejecutivo. Refiriéndose a los opositores burgueses, Arantes y Neto indican: “… ellos, de contenido, están de acuerdo con la reforma chavista, menos en lo que se refiere a la posibilidad de acceder al sillón de Miraflores” [3] .
PRINCIPIOS, ESTRATEGIA Y TÁCTICA
Habiendo ubicado el contexto concreto del debate, ahora pretendemos ubicar sus fundamentos teóricos. Obviamente no estamos discutiendo simplemente discrepancias tácticas. Estamos frente a una discusión que toca los principios, la teoría y la estrategia del marxismo revolucionario. En ese sentido coincidimos plenamente con el compañero Roberto Herrera cuando afirma:
“…no es este un debate sobre una táctica para este o aquel conflicto en una fábrica o en una facultad. Creo que no es casualidad que en Francia, en Venezuela, en Brasil, Argentina y Centroamérica, lo que estamos discutiendo en este momento (es decir la política y el balance del 2-D) sea EL debate de la izquierda. En cada una de las tácticas elegidas uno puede distinguir claramente un fundamento teórico, una concepción estratégica e inclusive (extremando un poco), cada corriente expresó en su elección particular, las conclusiones tácticas de sus elaboraciones políticas y de balance de las experiencias socialistas del Siglo XX” [4] .
Para las y los marxistas los principios son invaluables, no son dogmas de fe, son los pilares sobre las que se erige nuestra concepción del mundo. No emanan de ninguna revelación divina. Se han construido históricamente a partir de la experiencia de siglos de lucha del movimiento de la clase obrera y los sectores oprimidos. Como señaló Moreno, toda ciencia tiene principios, por ejemplo: “la aritmética tiene determinados principios, que son las leyes de la adición, las leyes de la sustracción, una serie de leyes que son fundamentales. (…) Los principios son pocos, no muchos. Los podemos enumerar, y es revisionista todo aquel que va en líneas generales contra todos los principios. Porque nosotros no somos una religión, podemos cambiar los principios. Trotsky y Lenin, a partir de 1905, por el imperialismo, cambiaron principios fundamentales del marxismo. Cambiaron algunos, pero mantuvieron casi todo el edificio. Los principios son los pilotes, la base de sustentación del marxismo. Eso no quiere decir que de vez en cuando podemos sacar un pilote. Pero para sacar un pilote se tiene que hacer una discusión muy seria. Igual que en la ciencia. Está Newton. Para ir a la relatividad de Einstein, que supera a Newton e instala nuevos principios, se tiene que discutir décadas, se tienen que hacer pruebas de todo tipo, porque si movemos los principios se viene abajo el edificio”. [5]
De manera que los principios están arraigados profundamente en el conjunto del cuerpo teórico, político y programático del marxismo. Por otra parte, la estrategia tiene que ver con el objetivo final, de conjunto, a largo plazo, y las tácticas son los distintos medios para lograr ese objetivo.
Desde el marxismo revolucionario Moreno precisa muy bien la cuestión: “En la actual época histórica que nos toca vivir —de dominio imperialista decadente y revolución socialista—, los trotskistas, ¿tenemos algún objetivo estratégico fundamental, decisivo, a largo plazo? La respuesta es que, a largo plazo, y a escala nacional y mundial, es decir, de cada uno de los países y en todo el mundo, tenemos dos estrategias o dos objetivos estratégicos permanentes: construir el partido, para dotar a la clase obrera y las masas de una dirección revolucionaria, y la movilización de esa misma clase obrera y las masas, para tomar el poder y hacer la revolución socialista triunfante” Y agrega más adelante: “ Mientras vivamos en la actual época histórica de lucha implacable contra el imperialismo y sus lacayos, en relación a esos dos objetivos estratégicos fundamentales, todo lo demás es táctico ”. [6]

UN PRINCIPO FUNDACIONAL DEL MARXISMO: LA INDEPENDENCIA DE CLASE.
Un principio elemental, no digamos del marxismo, incluso de su “prehistoria”, del sindicalismo y el anarquismo clasista desde el siglo XIX, es la independencia de clase, este principio se construye primero sobre la constatación intuitiva del antagonismo entre explotados y explotadores. El marxismo nos enseña de manera científica que la burguesía y el proletariado son clases antagónicas, con intereses irreconciliables. La única forma de abolir la explotación es con la abolición del capitalismo, esto es, de la propiedad privada sobre los medios de producción, lo que implica naturalmente el derrocamiento de su Estado y la instauración de la dictadura del proletariado. La demostración científica de ese antagonismo en el capitalismo se cimenta sobre la economía política, particularmente a partir de la teoría del plusvalor explicada genialmente por Marx en El Capital. El principio de intransigente independencia de clase es la conclusión revolucionaria esencial del Manifiesto Comunista de Marx y Engles de1848, y esta conclusión política es la síntesis de la experiencia del joven proletariado, que hunde sus raíces desde el ala izquierda del jacobinismo y la “Conspiración de los Iguales” con Graco Babeuf [7] . Este principio fundacional no es casual que encabece el primer considerando de los Estatutos de la Primera Internacional [8] redactados por Marx en 1864: “…la emancipación de la clase trabajadora ha de ser obra de los trabajadores mismos”. [9]
Pero además Marx y Engels fueron indoblegables en la defensa de la independencia política de la clase trabajadora, frente a la influencia de los demócratas pequeño burgueses y oportunistas como Lasalle o Proudhon, como se expresa por ejemplo en su Mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas: “Mientras que los pequeño burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápido que puedan, tan pronto ha visto sus aspiraciones más o menos satisfechas, nuestro interés y nuestro deber es hacer la revolución permanente, mantenerla en marcha hasta que todas las clases poseedoras y dominantes sean desprovistas de su poder, hasta que la maquinaria gubernamental sea ocupada por el proletariado y la organización de la clase trabajadora, no sólo en un país sino en todos los países dominantes del mundo, esté tan adelantada, que toda rivalidad y competencia entre ella misma haya cesado y hasta que las más importantes fuerzas de producción estén en las manos del proletariado. Para nosotros no es cuestión de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no es cuestión de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no es cuestión de mejorar la sociedad existente, sino establecer una nueva. [10]

LA RELACIÓN ENTRE TEORÍA, ESTRATEGIA Y TÁCTICAS
Olmedo Beluche ha repetido en varias ocasiones que no discrepa con nosotros con respecto a la caracterización del chavismo como nacionalista burgués y agrega que es un gobierno bonapartista sui generis. Pero que discrepa totalmente con el programa y la política que la LIT tiene hacia el chavismo. Si la caracterización que tenemos es la misma, pero las conclusiones políticas que sacamos son radicalmente diferentes, es de suponer que entonces hay una diferencia de estrategias, de principios o de teoría, o como pensamos nosotros, en los tres planos, que están concatenados. La dialéctica entre tácticas y estrategia es la misma que entre medios y fines. Como indicamos, la estrategia fija el objetivo final, las tácticas establecen la ruta para acceder al mismo. Finalmente, en el marxismo la teoría no es ni lo uno ni lo otro, remite a las leyes generales del proceso histórico. En consecuencia, entre principios, teoría, estrategia y táctica hay una coherencia y una estrecha ligazón dialéctica.
Retomando a Moreno, este señala al respecto: “La relación de la teoría con la estrategia y la táctica existe, pero no se manifiesta en forma inmediata ni directa. En sus congresos, el partido no vota teorías sino líneas políticas de las que surgen estrategias y tácticas. El partido sólo se identifica con una teoría cuando ésta ha sido probada por los acontecimientos. Tal es el caso de la identificación de nuestra Internacional y sus secciones con la teoría de la revolución permanente, que no es una estrategia ni una táctica, sino la ley general de la revolución y del movimiento de masas en la etapa de transición del capitalismo al socialismo que estamos viviendo”. [11]

LA TEORÍA Y EL PROGRAMA DE LA REVOLUCIÓN PERMANENTE
Efectivamente una teoría fundamental que ha enriquecido al marxismo contemporáneo es la teoría (y el programa que de él se deriva) de la revolución permanente, cuya primera formulación la hace Leon Trotsky, a partir de la reflexión sobre la experiencia de la revolución derrotada de 1905 en Rusia, y que enriquece y desarrolla en una etapa más madura, al calor de la experiencia de la revolución china en 1927, en su polémica contra la adaptación del stalinismo al movimiento nacionalista burgués del Koumintang chino, liderado por el General Chiang Kai Shek.
Para la construcción de ese cuerpo teórico fueron fundamentales como antecedentes la elaboración de Lenin sobre el imperialismo, como fase superior y decadente del capitalismo, la actividad y el desarrollo de la minoría internacionalista y revolucionaria del viejo movimiento socialdemócrata, expresada en la izquierda de Zimmerwald, luego de la guerra interimperialista de 1914, la existencia de un partido revolucionario de nuevo tipo, centralizado democráticamente, apto para la insurrección y la toma del poder: el partido bolchevique, y finalmente, las experiencias de la revoluciones rusas de 1905 y las de febrero y octubre de 1917.
En tiempos de Marx y Engels, cuando aún no se había desarrollado el capitalismo monopolista (el imperialismo en toda su extensión), se pensaba que la revolución socialista era solamente posible en los países capitalistas avanzados, con un alto desarrollo de las fuerzas productivas. El gran aporte de Tortsky, que empalma en la práctica con la formulación política que Lenin elabora en 1917 con sus célebres “Tesis de Abril”, consiste en plantear que, a diferencia de la socialdemocracia clásica y el menchevismo, y en virtud de que en la era imperialista los países capitalistas atrasados y semicoloniales, tienen el desarrollo de las fuerzas productivas “bloqueado”, por el yugo y saqueo imperialistas; la revolución socialista combina las tareas democrático nacionales no resueltas por la burguesía criolla con las tareas socialistas, en un nexo ininterrumpido. Además, la burguesía nacional de esos países, está tan atada al imperialismo política y económicamente, que no puede siquiera ser consecuente con el propio desarrollo de las cuestiones de la independencia y democrático nacionales. Este es el contenido esencial de la primera formulación de la teoría de la revolución permanente. Trotsky en 1930 sintetiza esta tesis fundamental de la siguiente manera:
“Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas”. [12]
Agreguemos pues que de esta teoría se colige un programa que es absolutamente opuesto al que se deriva de la teoría etapista del stalinismo, que condujo a los partidos comunistas a asociarse como furgón de cola de los sectores burgueses nacionalistas, llamados “democráticos y progresistas”, porque según esa teoría, lo que corresponde hacer en las semicolonias es una primera etapa nacional democrática para desarrollar el capitalismo nacional y sus fuerzas productivas, y en una etapa subsiguiente, en un futuro indeterminado, ir sentando las bases materiales para que se pueda luego pensar en el socialismo, es decir, en la expropiación de la burguesía (que no está hoy a la orden del día). Es evidente además que, en contraposición a la teoría de la revolución permanente, el stalinismo concibe el proceso revolucionario segmentado y compartimentado en su escala nacional, y no en su dimensión desigual y combinada y como un proceso mundial. Cabe destacar que a su manera y empíricamente, el Che Guevara defiende la perspectiva teórica de Trotsky, cuando en su polémica con el etapismo stalinista lanza la consigna: “la revolución será socialista…o no será”
La teoría de la revolución permanente implica además dos conclusiones político programáticas fundamentales: el nacionalismo burgués es genéticamente inconsecuente, y aún que es posible y necesario –tácticamente- hacer con éste unidades de acción en el enfrentamiento con el imperialismo en determinadas coyunturas, la tarea fundamental de las y los revolucionarios es disputar, combatir y derrotar su influencia en el movimiento de masas y desarrollar el partido obrero revolucionario, única garantía del triunfo de la revolución socialista a escala nacional y mundial. En segundo lugar, la liberación nacional y social, solamente podrá realizarse en el marco de un combate internacional, que se materializa y exige la construcción del partido mundial revolucionario, en este caso, la IV Internacional.
Refiriéndose a la segunda formulación -más acabada- de la teoría de la revolución permanente en Trotsky, Moreno señala: “ Trotsky levantó su segunda formulación de la Teoría de la Revolución Permanente . La primera -anterior a la Revolución Rusa de 1917 - gira alrededor de la combinación de tareas democráticas y socialistas, de la función de la dictadura del proletariado como ejecutora de la revolución democrática en los países atrasados. La segunda es para responder a la teoría stalinista de la construcción del socialismo en un solo país, y a las tareas que se presentan, no sólo en los países atrasados, sino en cualquier país después de la toma del poder. Su tema es la dinámica de una revolución socialista nacional triunfante que se transforma en internacional. Con esta nueva teoría Trotsky cambió definitivamente la concepción que tenían los marxistas hasta entonces, acerca de las relaciones que se establecerían entre revolución socialista, toma del poder, construcción socialista” [13]

EL TROSTKO -CHAVISMO ES REVISIONISMO EN TODA LA LÍNEA
Podemos discutir las diversas tácticas, que varían, que pueden y deben ser muy flexibles, de acuerdo a la coyuntura, a la realidad de la lucha de clases -que es muy dinámica- y a la realidad del propio Partido y sus recursos, siempre y cuando estas tácticas estén en consonancia con nuestros dos inclaudicables objetivos estratégicos permanentes. En consecuencia, es vital reivindicar que el trotskismo hoy, ante el fenómeno del chavismo en Venezuela, debe tener una política, sustentada firmemente en el principio de independencia de clase, que ayude a la movilización de las masas trabajadoras y a la construcción del partido revolucionario independiente, confrontado al nacionalismo burgués chavista, que en última instancia no es nuestro aliado en el combate contra el imperialismo, aunque circunstancial y episódicamente estamos por la unidad de acción más amplia con el chavismo (incluso en el terreno militar, si fuera preciso), cuando se trate en concreto (no en la retórica) de enfrentar al imperialismo, por ejemplo cuando el golpe del 2002. Como escribimos en una carta el 4 de diciembre del año en curso: “Considerar al chavismo nuestro aliado sería reeditar la teoría lambertista de los campos y su estrategia decenal de los frentes únicos antiimperialistas, que se ajusta en este caso a la posición de Stalin Pérez y Olmedo, con la que discrepamos por el vértice. No solo el chavismo no es nuestro aliado (a partir de nuestros principios y estrategia, que están al servicio de la revolución socialista nacional y mundial), sino que es nuestro enemigo a muerte, porque a partir de nuestro análisis de su naturaleza de clase, estamos seguros que conducirá tarde o temprano a las masas al desastre, por que no es ni será consecuentemente antiimperialista, y menos aún, conducirá a la liberación social de la clase trabajadora y los oprimidos, por su naturaleza burguesa. No decimos lo anterior por delirio sectario, nos afincamos firmemente en la teoría marxista de la lucha de clases y del Estado (desde las lecciones de la Comuna de París), y en la experiencia histórica que ha demostrado hasta la saciedad que los Chiang Kai Shek, Perón, Nasser, Paz Estenssoro, Haya de la Torre, Torrijos, Hussein o los ayatolas, en perspectiva histórica, son enemigos jurados y sepultureros de la revolución, aún cuando se apoyen en el movimiento de masas en ciertos tramos para presionar y regatear con el imperialismo o utilizar ese caudal en la disputa interburguesa local”.
En la batalla contra los “socialistas de cátedra” en los inicios del marxismo, contra Bernstein en la vieja socialdemocracia, y del bolchevismo contra renegados como Kautsky, se acuñó el término de “revisionismo”, para aplicarlo a aquellos oportunistas que pretendían revisar globalmente los principios, la teoría, y la estrategia del marxismo. No se trata en este caso de negar que tengamos constantemente que estar evaluando y sometiendo a la prueba de la práctica nuestras posiciones y políticas, lo que es una actitud profundamente marxista y científica, se trata en este caso de un calificativo para combatir a aquellos que querían revisar los pilares del marxismo, para destruir su contenido revolucionario.
Las posiciones de Olmedo Beluche y de su corriente, que hemos denominada trotsko-chavista, nos parece que son un buen ejemplo de un revisionismo global, lo que se expresa de la siguiente manera:
1) Violenta el principio elemental de independencia de clase, al sujetar a las y los revolucionarios y a la clase trabajadora a un movimiento nacionalista burgués como el chavismo, al llamarlos a integrase y virtualmente disolverse en su aparato político, altamente centralizado y totalitario, que es el PSUV (además, sin derecho a garantías democráticas como tendencia en su interior).
2) Es una posición que atenta contra las dos estrategias permanentes del trotskismo revolucionario. En primer lugar, atenta contra la movilización de las masas, puesto que al apoyar la reforma constitucional bonapartista del chavismo, colabora con el control burocrático y estatización de las organizaciones obreras y populares, y con el recorte de sus derechos democráticos, lo que conspira contra su movilización. Como lo adelantamos en el primer punto, atenta también contra la otra estrategia permanente del trotskismo, puesto que lleva a la liquidación del partido revolucionario independiente, mediante su integración física en el PSUV.
3) Se opone en la práctica a la teoría de la revolución permanente, porque considera que en esta etapa, la contradicción fundamental entre el chavismo y el imperialismo, obliga a diseñar una política y un programa en el que se prima el apoyo al chavismo, a su Gobierno y al PSUV, sugiriendo que, como el “socialismo del siglo XXI” de Chávez es altamente progresivo, y no hay condiciones hoy para revoluciones clásicas y el protagonismo de la clase obrera, el “realismo político” exige ponerse bajo su batuta. Aunque le pese a Olmedo, el sustento teórico de este revisionismo de la teoría y el programa de la revolución permanente, se encuentra en la teoría de los campos.

OLMEDO, AUNQUE NO LO RECONOZCA, SE APOYA EN LA “TEORÍA DE LOS CAMPOS”
Como curándose en salud y advirtiendo claramente el sustrato teórico de nuestras profundas discrepancias, Olmedo se adelanta a afirmar: “Como yo también pasé por la escuela “morenista”, sé que algunos compañeros estarán diciendo, “éste ahora defiende la teoría de los campos” lambertista, según la cual la burguesía se escinde en dos campos el “progresista” y el “reaccionario” y que, según Moreno, los reformistas siempre se apuntan al campo “progresista” y apuestan a su triunfo, olvidando la independencia política de la clase obrera”. [14]
De acuerdo a la teoría de los campos, en los países semicoloniales, por lo tanto sometidos al yugo imperialista, hay que ubicarse en el campo burgués progresivo, para combatir al enemigo fundamental que es el imperialismo. Esta teoría se apoya en buena parte en la realidad de los países coloniales y semicoloniales y fue formulada originalmente por la Internacional Comunista en su III Congreso de junio de 1921, bajo la forma del frente único antiimperialista. Posteriormente, esta teoría fue desarrollada de manera oportunista por Stalin y Mao, al punto de capitularle totalmente a las direcciones nacionalistas burguesas, y fue reproducida en el seno mismo del movimiento trotskista por corrientes revisionistas como el pablismo -con el saldo trágico de la traición a la revolución boliviana de 1952- y posteriormente por el lambertismo, entre otras.
Olmedo establece correctamente una verdad de Perogrullo: que no todos los gobiernos burgueses son iguales para el marxismo, que en la confrontación y el forcejeo con el imperialismo, pueden surgir movimientos nacionalistas burgueses y gobiernos bonapartistas sui géneris, con una relativa independencia del imperialismo, como es el caso de Chávez. El problema de Olmedo es que, de ese análisis parcialmente correcto, extrae una conclusión liquidadora, completamente antimarxista y antitrotskista: como estamos con el campo burgués progresivo, prácticamente debemos tener un frente único permanente con el chavismo y colocarnos bajo su dirección política.
En su polémica con el lambertismo, refiriéndose a la teoría de los campos, Moreno, señala: “el contenido principal de esta teoría puede sintetizarse así: el eje estratégico del partido revolucionario en los países atrasados es la conformación de un frente único antiimperialista con la burguesía nacional” . Más adelante agrega: “Resumiendo los argumentos de Lambert-Favre, tenemos: en los países semicoloniales y coloniales existen dos campos, el antiimperialista con el proletariado, las masas y el sector de la burguesía llamado “nacionalista”, y el imperialista con el imperialismo y los sectores de la burguesía ligados a él. El deber del partido del proletariado, el eje de su política, es conformar un “bloque unido” con los partidos de la burguesía y la pequeña burguesía, y contra el campo imperialista. El eje de la política de Lambert-Favre no es lograr la independencia de clase del proletariado y, en ese marco, estudiar la conveniencia táctica de hacer tal o cual acuerdo limitado y circunstancial con algún sector de la burguesía, sino exactamente lo contrario. Lo permanente, lo estratégico es el acuerdo con la burguesía; la “autoorganización de la clase obrera” (suponiendo, con una gran dosis de buena voluntad, que eso es sinónimo de independencia de clase), pasa al plano secundario”. [15]
Es preciso recordar, sobre todo para quienes escribimos desde el istmo centroamericano, que l a teoría de los campos, se tradujo en Nicaragua en los ochenta en el hecho que los militantes lambertistas terminaron ingresando en el FSLN y disolviéndose en su aparato, mientras que la corriente morenista, en medio de la “borrachera” de las masas con el FSLN, se afincó trabajosamente como un pequeño pero aguerrido grupo en las concentraciones obreras de la carretera norte de Managua. Hoy del lambertismo no quedan ni los vestigios en Centroamérica, mientras el morenismo es la única corriente del trotskismo que sobrevivió a las duras pruebas de los ochenta y noventa, corriente que se recompone y desarrolla actualmente. Esto no es obra de la casualidad. Es la prueba histórica de dos líneas frente a la revolución centroamericana: la lambertista (y la del SU mandelista también) de capitulación y disolución en un movimiento nacionalista pequeño burgués (en ese entonces con enorme prestigio) como el FSLN y por otro lado, la de la LIT, de pelea tenaz por la construcción de partidos trotskistas independientes.

UNA COARTADA: LA INVIABILIDAD DE “REVOLUCIONES OBRERAS CLÁSICAS”
Olmedo Beluche para justificar su capitulación al chavismo, apela a un criterio que supone “realista”. A sus detractores nos advierte que su ubicación, con armas y bagajes en el campo del coronel Chávez, remite al hecho de que hoy éste acaudilla un proceso político que es lo más progresivo que puede parir la realidad en la actualidad, puesto que a pesar de los deseos de los trotskistas “sectarios y dogmáticos”, el asenso de masas latinoamericano y mundial: “…no alcanzó a expresarse en el modelo clásico de revoluciones obreras de tipo soviético, como el que parecen esperar los compañeros, por razones que ahora no voy a ponerme a especular. (…) Pero el hecho es que estas revoluciones, más populares que obreras, políticamente canalizadas por la vía electoral más que insurreccional, han sido factores muy progresivos, que cambiaron favorablemente el clima derrotista que se vivía a mediados de los 90. Y esos procesos políticos progresivos, contradictorios, aún en el marco capitalista, se encarnaron en líderes como Chávez o Evo, por ello son el referente de millones de oprimidos que aspiran a “otro mundo posible”.
Acto seguido, estableciendo un paralelismo entre Chávez y Evo Morales, entre Venezuela y Bolivia, agrega y sentencia: “No veo la encarnación del poder dual por ningún lado. Al menos desde la izquierda. La COB y otras instancias muy beligerantes hace unos años me parecen desdibujadas, al menos vistas desde Panamá. Si hay un poder dual es por la derecha (los gobernadores). En esas circunstancias, apostar al fracaso de la Constituyente y de Evo, por más limitaciones que contenga, es peligroso, porque sólo conducirá al triunfo del proyecto reaccionario apoyado por el imperialismo”.
Luego Olmedo remarca una vez más que las revoluciones clásicas, tipo soviético, con la clase obrera como caudillo de la nación, hoy no están en la agenda: “Por favor, muéstrenme dónde están hoy (diciembre de 2007) los organismos obreros (soviéticos) capaces de superar por la izquierda a Chávez y a Evo, impidiendo que la derrota de ellos sea la victoria de la reacción y un paso al socialismo” [16]
A partir de establecer esos límites apriorísticos de la acción revolucionaria (sobre los cuáles sorprendentemente agrega de pasada “que no se pondrá a especular”), Olmedo extrae su conclusión de que, aún cuando Chávez sea efectivamente nacionalista burgués, aún cuando su “socialismo del siglo XXI” tenga poco o nada de socialismo, es tremendamente inspirador hoy, a diferencia de la década de los noventa en la que cundía la idea de que “el socialismo murió”. Dicho de otro modo, Chávez es buen “marketing” para el socialismo. En palabras de Olmedo: “Con todo lo que pueda criticarse al “socialismo del siglo XXI”, es gracias a él que la vanguardia y las masas populares han vuelto a hablar de socialismo y a vislumbrar la posibilidad de algo más allá” [17] .
Este argumento de Olmedo tiene cuatro problemas que hay que desagregar:
1) Debe distinguirse entre la clase obrera objetivamente dada, es decir, en relación con su existencia material, su peso en la estructura social, su fisonomía, su grado de concentración o no, y el impacto que sobre ella han tenido y tienen los cambios en la organización del trabajo, que se han suscitado en el marco de la llamada “globalización” y el neoliberalismo. Por otro lado debe distinguirse el anterior nivel de análisis con lo qué es la clase obrera desde el punto de vista de su conciencia política, de su organización, de su acción revolucionaria y de su protagonismo, o no, en esta etapa, y lo que es decisivo (porque sintetiza todo lo anterior), lo que es la clase obrera desde el punto de vista de su dirección política. En resumen hay que distinguir a la clase obrera en cuanto objeto y en cuanto sujeto.
2) Olmedo, como buen oportunista es “posibilista”, confunde la realidad actual con la potencialidad o posibilidad de la revolución proletaria, y por esa vía se adapta a la conciencia atrasada de las masas hoy (que es reformista y nacionalista) y por esa vía se adapta y le capitula a las direcciones mayoritarias de la clase obrera y del movimiento de masas: en este caso a personajes como Evo Morales y Hugo Chávez.
3) Aún si aceptáramos hipotéticamente la inviabilidad de la revolución obrera clásica, tipo soviética, en esta etapa histórica, suponemos que producto de la incapacidad de la clase obrera para acaudillarla, eso automáticamente no convierte al nacionalismo burgués en progresivo, en aliado de la revolución socialista, porque por su naturaleza e intereses de clase, sigue y seguirá siendo enemigo jurado de la revolución permanente.
4) En última instancia, también, y desde el punto de vista de la dinámica de la revolución, hay en Olmedo una visión objetivista, mecanicista, semiespontaneísta, que menosprecia el papel decisivo del factor conciente, del sujeto y su dirección, como palanca clave de la revolución socialista en nuestra era.

CONDICIONES OBJETIVAS Y SUBJETIVAS PARA LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA
Para darnos a entender mejor con respecto al punto anterior, precisemos algunos conceptos. Para que se consume la revolución socialista deben converger dos órdenes de factores: objetivos y subjetivos. Consideramos los factores objetivos todos los que no dependen directamente de la conciencia y la acción política del sujeto de la revolución. Hacen a las condiciones objetivas, la crisis económico-social y sus alcances, así como la movilización de las masas, que es independiente de la voluntad de las y los revolucionarios. Por otra parte, las condiciones subjetivas son la conciencia que se materializa en la organización, en pocas palabras, todo lo que refiere a la voluntad y a la acción del sujeto de la revolución, que es central para que esta se consume. Para el marxismo, el sujeto social de la revolución es la clase trabajadora en alianza con todos los sectores oprimidos, el sujeto político, para el leninismo, es el partido bolchevique. Sujeto social y político no nacen como “Minerva de la cabeza de Júpiter”, se construyen política e históricamente al calor de la lucha de clases. La clase obrera no deviene en sujeto sino logra transformarse, al decir de Marx, de “clase en sí” en “clase para sí”, conciente y actuando en función de de sus intereses históricos.
El espontaneísmo que cundía en la socialdemocracia europea del siglo XIX, y que expresaron desde el joven Trotsky [18] hasta Rosa Luxemburgo, en su polémica contra la teoría leninista de la organización (la que consideraban demasiado “sustituista” de las masas), enfatizaban en que la movilización objetiva de la clase obrera y las masas populares ante la explotación del capital, sería tan fuerte y creadora que generaría las condiciones para la revolución socialista. Lenin, con su concepción del partido bolchevique, como selección del destacamento de cuadros de vanguardia, enfatizaba en la necesidad de potenciar el factor subjetivo, a través de la organización centralista democrática del Partido, sin cuyo ingrediente no habría revolución.
La deformación mecanicista que difundió la burocracia stalinista, de manera unilineal vulgarizó la idea de que el socialismo caería como manzana madura para disfrute de la humanidad, a partir del desarrollo inmanente de las contradicciones objetivas del sistema capitalista. En todo caso, para el stalinismo el sujeto que bastaba para la revolución era el partido burocrático, totalitario, absolutamente centralizado y sus líderes “infalibles”.
En el otro extremo, otras corrientes han sobredimensionado el factor subjetivo, menospreciando las condiciones objetivas, tal como ocurre con el foquismo guerrillero del Ché Guevara, que casi solamente tomaba en cuenta la voluntad de un puñado de guerrilleros heroicos para prender la mecha de la revolución

LA CLASE OBRERA HOY Y LOS RENEGADOS POSTMARXISTAS
En la década de los noventa, en la que cundió una situación reaccionaria de retroceso del movimiento obrero y la izquierda en general, y consecuentemente, una fuerte ofensiva ideológica del imperialismo y sus agentes, en el sentido de que “el socialismo murió”, a raíz de los sucesos que inaugura la caída del Muro de Berlín; operó al mismo tiempo en nuestras filas el efecto de lo que la LIT denomina el vendaval oportunista. La desmoralización y capitulación de miles de intelectuales y militantes en las filas de la izquierda y el marxismo, produjo una verdadera estampida de renegados. Surge la moda “light” del “postmarxismo” que abandona por obsoletos una serie de conceptos del arsenal marxista, fundamentalmente su eje central analítico: el papel motriz de la lucha de clases. En su lugar se ponen en boga los conceptos polisémicos y ambivalentes de “globalización”, “sociedad civil”, “ciudadanía” y “pluralismo”, y se estudia a la sociedad como cruzada por tres dimensiones interconectadas, nos referimos a la trilogía: sociedad civil, Estado y mercado, de acuerdo a la célebre elaboración de Cohen y Arato [19] . Una de las más difundidas tesis de los postmarxistas refiere a la desaparición o pérdida de centralidad del movimiento obrero y a la emergencia de nuevos movimientos sociales como agentes de cambio.
Es importante destacar que muchas de las críticas postmarxistas en ese sentido, se dirigen convenientemente contra la visión deformada, unilateral, que bajo el tamiz del legado estalinista, se presenta como la concepción “marxista” acerca de la centralidad política de la clase obrera. Desde esta perspectiva se acusa de “reduccionista” al marxismo y por lo tanto se presume que niega o desvaloriza la potencialidad de los otros sectores oprimidos y movimientos populares.
Esta acusación confunde una serie de cuestiones. Por un lado se interpreta mecánicamente el precepto de Marx de que el proletariado es la clase explotada fundamental del modo de producción capitalista, y en ese tanto, al decir del Manifiesto Comunista: “con la revolución social no tiene nada que perder más que sus cadenas”. Para empezar, se olvida el hecho de que la clase obrera relativamente homogénea en sus condiciones de explotación de la Europa Central de la primera mitad del siglo XIX hoy en día es un conjunto social mucho más complejo y heterogéneo, con una amplia variedad de estamentos y capas. Hay una serie de razones que explican ese cambio en la anatomía de la clase obrera. Veamos:
1) En la actualidad el capital, lejos de concentrarse principalmente en la esfera de la producción, en razón de su decadencia, ha tenido una colosal hipertrofia del sector financiero y de los servicios, aumentando desproporcionadamente la masa del capital especulativo, y agudizando su carácter cada vez más parasitario, lo que en términos proporcionales, ha reducido significativamente el número y el peso del proletariado industrial y agrícola en la estructura económico-social y ha hecho crecer considerablemente capas de trabajadores asalariados que no intervienen directamente en el proceso productivo, sino que están en la esfera de los servicios o la circulación de mercancías.
2) Los aceleradas transformaciones tecnológicas, en razón de la mecanización, las innovaciones informáticas, la robótica, han hecho prescindibles en ciertas ramas a grandes contingentes de trabajadores asalariados, pero a la vez ha creado y recreado otros contingentes nuevos en la periferia y en otros servicios y ramas productivas.
2) Desde la posguerra, con la entronización del “Estado interventor” desde el modelo económico keynesiano, el sector público ha cobijado importantes capas de trabajadores asalariados, en virtud de que el Estado asume servicios y funciones necesarias para la reproducción del capital y la fuerza de trabajo que éste requiere. Aún cuando, con la crisis de la deuda y la contención del gasto público impuesto por los organismos financieros, desde mediados de los ochenta, el neoliberalismo ha reducido considerablemente el contingente de trabajadores estatales en todo el orbe, éste sigue siendo significativo, sobre todo si se compara con su número y su peso en el capitalismo del siglo XIX
3) El capital, a través de su rica experiencia histórica, ha comprendido la utilidad que reporta para su dominación, la segmentación y fragmentación en diversas capas de la clase obrera, a efectos de su desarticulación política. Asimismo, la existencia de supervisores, capataces, y sectores de trabajadores públicos y privados de confianza, que componen la “aristocracia obrera” (más cerca de la pequeña y mediana burguesía, que de la clase obrera en sus condiciones de vida e ideología) hace mucho menos uniforme y más complejo el conglomerado de la clase obrera, de lo que lo que fue en tiempos de Marx y Engels.
4) La virulenta ofensiva neoliberal no ha tenido otro propósito que revertir la caída de la tasa de ganancia del capital, por la vía de aumentar extraordinariamente la extracción de la masa de plusvalor, es decir, por la vía de incrementar la sobreexplotación del trabajo asalariado.
5) Desde el punto de vista político social esta ofensiva neoliberal cuyo pico se experimentó en los noventa, se plasma sobre la base de una derrota del movimiento obrero en varios planos y en consonancia con la llamada flexibilización laboral y polifuncionalidad, lo que a la vez modificó las condiciones de existencia material de la clase obrera, a partir de las contrarreformas en las legislaciones laborales y en las organización del trabajo en varios sentidos: desconcentrando, deslocalizando, precarizando, informalizando, las relaciones laborales.
6) A su vez, estos cambios materiales en las condiciones de trabajo en detrimento de la clase obrera y sus anteriores conquistas y derechos económico-sociales., impactan y tienen su correlato en las dificultades que le imponen para constituirse o reconstituirse como sujeto social, pues estos cambios han redundado en una reducción generalizada de las tasas de sindicalización a escala mundial, y en general, de la capacidad de organización y respuesta colectiva de la clase trabajadora internacional.
Considerando estos cambios en la clase trabajadora, que se han acelerado en el marco de la “globalización”, ello no implica para nada negar el potencial impacto movilizador que ésta tiene (en su acepción más general como trabajo asalariado, no exclusivamente como productora directa de mercancías) en el terreno de la lucha de clases, en la medida en que sigue moviendo las palancas fundamentales de la economía, en virtud de ser la fuerza de trabajo la que aún hace girar la rueda del sistema; por lo que potencialmente tiene un peso estratégico que se mantiene vigente, en la perspectiva de la transformación social anticapitalista.
Precisamente uno de los mitos más difundidos en la literatura académica de fin de siglo es el que sostiene la tesis del “adiós al trabajo”, y por ende del “fin de la clase obrera”, lo que se supone explicaría de la pérdida de su protagonismo o centralidad en la escena socioeconómica y política del nuevo siglo XXI, en virtud de los cambios que supone la “globalización” y el nuevo orden mundial post Yalta.
Pero, en términos del análisis de la realidad objetiva: ¿en qué se fundamenta ese supuesto proceso de extinción de la clase obrera? Nuestra opinión coincide con la de Castillo y Albamonte: que sostienen que, lejos del fin anunciado, asistimos a “...una reconfiguración de la situación de la clase obrera, caracterizada por el aumento de la precarización, feminización, extensión social y geográfica y “dualización” en la situación de los asalariados... En realidad lo que hacen las tesis del “fin del trabajo” es ocultar que el crecimiento de la precarización del empleo no significa que el capital haya prescindido del trabajo asalariado, sino que ha combinado la aplicación de políticas “flexibilizadoras” que avanzan sobre las conquistas logradas por los trabajadores en el siglo XX, con la “intelectualización” de una fracción de la fuerza de trabajo. De ahí que muchos de los que apoyan estas tesis tiendan a amalgamar el hecho que los nuevos puestos de trabajo que se crean son “precarios” y “flexibles” (cuestión cierta) con la afirmación de que no “hay más trabajo” (cuestión falsa)”. [20]
Al mismo tiempo, tales procesos de precarización y flexibilización de la fuerza de trabajo, se ven acompañados con un incremento notable del desempleo. Sin embargo, esta desocupación estructural se da a la vez en el marco de un crecimiento numérico de la población asalariada a nivel mundial. En la obra citada, Albamonte y Castillo comparan la cantidad de población ocupada en 1980/82 con la de los años 2000/02. Esta información revela categóricamente que estamos muy pero muy lejos de pensar siquiera en una tendencia a la extinción de la clase obrera. Los autores elaboran el cuadro que presentamos a continuación, agrupando los datos de una serie de veintiocho países, catorce de los cuales son ubicados en las estadísticas como “altamente industrializados” y catorce como “países en desarrollo” [21] :

PAÍS OCUPADOS 1980-82 OCUPADOS 2000-02 DIFERENCIA DIFERENCIA en %
Holanda  5.017.000   7.879.000  2.862.000  57,05
Irlanda 1.137.000 1.706.000 569.000 50,04
Australia 6.351.000 9.161.000 2.810.000 44,25
EE.UU. 99.742.000 136.770.000 37.028.000 37,12
España 11.536.000 15.770.000 4.234.000 36,7
Canadá 11.071.000 15.133.000 4.062.000 36,39
Portugal 3.929.000 5.046.000 1.117.000 28,43
G. Bretaña 24.200.000 27.989.000 3.789.000 15,66
Japón 55.850.000 63.960.000 8.110.000 14,52
Francia 21.387.000 24.174.000 2.787.000 13,03
Dinamarca 2.404.000 2.692.000 288.000 11,98
Italia 20.324.000 21.262.000 938.000 4,62
Finlandia 2.343.000 2.349.000 6.000 0,26
Suecia 4.225.000 4.214.000 -11.000 -0,26
Venezuela 4.788.000 9.308.000 4.520.000 94,4
Malasia 5.035.000 9.459.000 4.424.000 87,9
México 21.393.000 38.620.000 17.227.000 80,5
Egipto 9.953.000 17.380.000 7.427.000 74,6
Chile 3.157.000 5.464.000 2.307.000 73,1
China 437.937.000 729.500.000 291.563.000 66,6
Indonesia 54.678.000 90.764.000 36.086.000 66
Filipinas 17.859.000 28.930.000 11.071.000 62
Brasil 46.696.000 75.458.000 28.762.000 61,6
Tailandia 21.670.000 33.243.000 11.573.000 53,4
Sud Corea 14.028.000 21.433.000 7.405.000 52,8
Pakistán 25.096.000 36.847.000 11.751.000 46,8
Taiwán 6.677.000 9.437.000 2.760.000 41,3
Argentina 10.285.000 12.738.000 2.453.000 23,9
Chris Harman, por su parte, ha calculado el tamaño de la clase trabajadora empleada a nivel mundial, en alrededor de 700 millones de personas, con aproximadamente un tercio de estos en la industria y el resto en los servicios, señalando incluso que “el tamaño total de la clase obrera es considerablemente mayor que esta cifra. La clase también incluye a los que dependen del ingreso que proviene del trabajo asalariado, de los parientes o de los ahorros y pensiones que resultan del trabajo asalariado pasado -es decir, esposas no empleadas, niños y personas mayores retiradas. Si se agregan esas categorías, la cifra total de trabajadores a nivel mundial llega a estar entre 1500 y 2000 millones. Cualquiera que crea que le hemos dicho ‘adiós’ a esta clase no está viviendo en el mundo real”. [22]
En todo caso el problema numérico o cuantitativo de la clase obrera no es lo decisivo, si se quiere articular un proyecto de transformación social revolucionaria, como lo demuestra la propia experiencia de la revolución rusa de octubre de 1917. En realidad ello nos lleva a otro desafío, puesto que si aceptamos las transformaciones que ha experimentado y la diversidad que supone la definición de la clase obrera, esto es apenas el inicio de la problematización, la otra gran pregunta pendiente es la de ¿cómo se construye el sujeto revolucionario?, es decir, se trata entonces de abordar el otro problema concomitante, esto es, el de la clase obrera como potencial sujeto social de la revolución.
Acá también el aforismo contenido en “El Capital” de Marx: en el sentido de que el “capitalismo con el desarrollo de la clase obrera crea sus propios sepultureros”, se toma literalmente, simplificando y vulgarizando su contenido, perdiendo de vista la distinción que hace el marxismo entre “clase en sí” (lo objetivo) y “clase para sí” (lo subjetivo). Es decir, el hecho de que el marxismo apueste a desarrollar en la clase obrera tal potencial revolucionario, para nada implica que ésta lo cumpla por obra y gracia del “espíritu santo”, que automáticamente ejerza ese potencial en concreto y en cada situación, independientemente de su grado de organización y conciencia de sus intereses históricos, considerando además que la clase obrera real suele está subyugada por la alienación que engendra el capitalismo.
Por ello el problema político central para el marxismo es la construcción de una subjetividad revolucionaria de la clase obrera y de los sectores oprimidos aliados a la misma. Sin conciencia de clase y sin organización política propia, la clase obrera es simplemente “carne de explotación”, es decir, lo es solamente por que ocupa un lugar determinado en las relaciones sociales de producción (estructura económico.-social) pero no porque asuma conciencia de ello y actúe en consecuencia (“clase para sí”)
Simultáneamente, la tergiversación del marxismo en un enfoque cerradamente “obrerista”, obvia que justamente uno de los problemas centrales para el marxismo ha sido la articulación de la alianza social revolucionaria para enfrentar al poder dominante: ni más ni menos que el problema de cómo la clase obrera podía devenir “hegemónica” respecto del conjunto de las clases y sectores oprimidos y explotados.
Como lo señalan Albamonte y Castillo, tal postura marxista no implica “...el desconocimiento del peso que las reivindicaciones de género, ecológicas o nacionales tienen en la lucha anticapitalista, sino plantear que es una “utopía reaccionaria” creer que estas pueden resolverse progresivamente sin terminar con la explotación capitalista. (...) Así como la economía capitalista mundial no es un mero agregado de partes nacionales, tampoco un proyecto de emancipación social puede surgir del mero agregado de demandas particulares. Si los diferentes problemas que han puesto sobre el tapete los “nuevos movimientos sociales” no encuentran un eje articulador en un proyecto de transformación social global serán, a su manera, tomados por el capital; es decir, transformados en fuente de inspiración para nuevos negocios capitalistas”. [23]

TROTSKY Y EL PROBLEMA CLAVE DE LA DIRECCIÓN REVOLUCIONARIA
El trotskismo, como expresión más acabada del marxismo contemporáneo, ha construido una serie de teorías y tesis programáticas centrales. Podemos citar algunos ejemplos destacados: La teoría y el programa de la revolución permanente que ya esbozamos y su sustento filosófico: la ley del desarrollo desigual y combinado; el análisis sociológico de la degeneración burocrática de los estados obreros y de las burocracias en general, definidos como agentes de la burguesía enquistados en el seno del movimiento obrero, y consecuentemente, el programa de la revolución política, para desterrar a las burocracias y que la clase obrera se auto organice democráticamente; el método de las reivindicaciones transitorias contenido en el Programa de Transición y su definición de que el problema decisivo de la época es la crisis de dirección revolucionaria.
Sobre este último precepto, Olmedo una vez más dilapida y revisa el bagaje trotskista en la materia, puesto que es presa de un enfoque objetivista, que obvia el tremendo peso del factor subjetivo en la actualidad, para la concreción o no de la revolución socialista. En medio de una situación extremadamente convulsa, luego del crack de la bolsa de valores de Nueva York y la gran depresión, y en los albores de la Segunda Guerra Mundial; el 3 de septiembre de 1938, en una reunión clandestina en la localidad de Périgny en Francia, Trotsky promueve la fundación de la IV Internacional. Trotsky no pudo estar presente, por que tenía impedimento de salida y ningún país en el mundo, salvo México, le concedía visa. No obstante redactó y remitió el Programa que aprobó esta conferencia fundacional. Este texto lo encabezan las siguientes definiciones:
“El requisito económico previo de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra.
Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “maduras” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de dirección revolucionaria.
La economía, el Estado, la política de la burguesía y sus relaciones internacionales están profundamente afectadas por la crisis social que caracteriza la situación pre-revolucionaria de la sociedad. El principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación pre-revolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección proletaria, su cobardía pequeño-burguesa y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía”. [24]
En síntesis, en cuanto a la ecuación dialéctica entre las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución, Trotsky indica que la decadencia del capitalismo es tal, que se ha llegado a convertir el factor subjetivo de la dirección revolucionaria en el problema urgente y decisivo, en el punto nodal que explica toda la situación. Agreguemos que, con el impresionante desarrollo de las fuerzas destructivas del capitalismo hoy, en virtud de su lógica demencial de acumulación al precio que sea, sin importar la depredación del ambiente, que amenaza con la destrucción de la capa de ozono y el efecto invernadero, poniendo en grave peligro la vida en el planeta, para citar solo ese ejemplo, la célebre disyuntiva de Rosa Luxemburgo entre “socialismo o barbarie”, se queda corta, empalidece, ante la apremiante necesidad de la revolución socialista, que está “al rojo vivo” en la actualidad.

MORENO Y LA LEY DE LA INVERSION DE LA CAUSALIDAD EN EL PROCESO HISTÓRICO
Nahuel Moreno, por su parte, explica en su contexto histórico y desarrolla hasta sus últimas consecuencias la definición de Trotsky sobre la crisis de dirección revolucionaria:
“A partir de la primera guerra imperialista, al iniciarse la época de crisis definitiva del imperialismo y el capitalismo, la época de la revolución socialista, cambian las relaciones causales de los acontecimientos históricos. En relación con las grandes épocas históricas y el desarrollo normal de las sociedades, el marxismo ha sostenido que el hilo rojo que explica todos los fenómenos son los procesos económicos. Pero en una época revolucionaria y de crisis, esta ley general tiene una refracción particular que invierte las relaciones causales, transformando el más subjetivo de los factores —la dirección revolucionaria— en la causa fundamental de todos los otros fenómenos, incluso los económicos. Hasta la Primera Guerra Mundial el proceso económico tenía un carácter predominante y en cambio no tenían mayor importancia los factores subjetivos. La misma lucha de la clase obrera era reformista porque no atentaba contra el proceso de acumulación capitalista, contra el desarrollo económico capitalista, contra sus leyes, sino a lo sumo significaba una ligera variación al proceso. Por eso fue una época reformista. Pero a partir de la Primera Guerra Mundial ya no es así. Los procesos económicos dejan de ser los determinantes; y el factor subjetivo —la dirección— se convierte en el fundamental. No olvidemos que esto es así porque toda la época está determinada por la lucha revolucionaria de las masas.
La existencia de Marx y Engels en el siglo XIX no fue un factor objetivo en el desenlace de ningún proceso histórico. Su existencia no pudo garantizar el triunfo ni evitar las derrotas de la revolución proletaria en el año 1848 ni en la Comuna de París. En cambio la existencia de Lenin y Trotsky y del Partido Bolchevique pudieron garantizar el triunfo de la Revolución de Octubre, mientras que en Alemania la inexistencia de un partido bolchevique y de un Lenin y un Trotsky hizo que no se pudiera garantizar el triunfo de la revolución socialista. De la misma manera, la existencia de direcciones contrarrevolucionarias burocráticas al frente de los grandes partidos socialistas permitió el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Una consecuencia histórica fundamental de esta inversión en la línea causal de los acontecimientos históricos se va a reflejar en la dialéctica de triunfos y derrotas del proletariado mundial. La izquierda socialdemócrata, confiada en el proceso lineal y evolutivo, al comprobar retrocesos y derrotas de éste como consecuencia de la inmadurez del proletariado o de la traición de sus direcciones, formuló una ley marxista, dialéctica, en una bella frase: el camino del proletariado está plagado de derrotas que llevan al triunfo. Señalaban así la dialéctica de derrotas y triunfos, su transformación de unas en otros. Pero la Primera Guerra Mundial, al hacer aparecer con toda crudeza el nuevo factor determinan del proceso histórico —la crisis de dirección revolucionaria del proletariado mundial— estableció una dialéctica invertida de las relaciones entre los triunfos y las derrotas que vale para toda la época que se abre con la Primera Guerra Mundial, y es más actual que nunca. La podemos formular de la siguiente manera: mientras el proletariado no supere su crisis de dirección revolucionaria no podrá derrotar al imperialismo mundial y todas sus luchas, como consecuencia de ello, estarán plagadas de triunfos que nos llevarán inevitablemente a derrotas catastróficas. Nada lo demuestra mejor que el boom económico de esta postguerra: su verdadera causa es la traición del stalinismo, que llamó a los obreros occidentales a trabajar más que nunca para el imperialismo.
Mientras los aparatos sigan controlando al movimiento de masas, todo triunfo revolucionario se transforma inevitablemente en derrota. Esto se debe a la relación de los aparatos burocráticos con la movilización permanente de los trabajadores. Toda dirección burocrática saca su fuerza del apoyo directo o indirecto que tiene de los explotadores para que frene la movilización permanente de los trabajadores. Por otra parte, esta movilización es una amenaza mortal para la propia burocracia. De ahí que toda conquista que la burocracia se ve obligada a encabezar es administrada por ésta para frenar la movilización revolucionaria, para detenerla en esa conquista, en ese punto del proceso. Pero en esta época revolucionaria todo avance que no es seguido de otro avance significa un retroceso. De ahí que la burocracia con su política de freno por un lado, de defensa de sus privilegios frente a las masas por otro, está obligada a luchar contra la movilización permanente de los trabajadores, a transformar sus triunfos en una derrota de la revolución permanente”. [25]
Hemos hecho esta extensa cita de Moreno, porque nos parece que explica magistralmente el asunto, y porque nos permite finalmente develar a continuación un aspecto más del alcance liquidador de las tesis de Olmedo Beluche.

EL SENTIDO COMÚN DE OLMEDO BELUCHE
Olmedo termina (aunque no sea conciente) sacando conclusiones congruentes con la teoría oportunista de los campos, opuesta categóricamente a la teoría de la revolución permanente, haciendo uso de la siguiente operación lógica:
1) La revolución proletaria clásica, con organismos de poder dual, tipo soviético, y con la clase obrera al frente, no se avizora en el horizonte. Es de prever que en el futuro inmediato eso sea así, pero no advierte Olmedo, que el principal factor en ese sentido, es la inexistencia o extrema debilidad de la dirección revolucionaria. Digamos de paso que en la premisa de que la “revolución clásica” hoy no es posible, Olmedo coincide con el SU, lo que llevó a su sección más importante: la LCR francesa, a retirar de su programa toda referencia a la “dictadura del proletariado”, a la vez plantea que de lo que se trata hoy es de hacer “partidos anticapitalistas” amplios, entre revolucionarios y reformistas honestos, tipo el PSOL brasileño.
2) Al concebir el proceso revolucionario como resultado en definitiva de las condiciones objetivas, con una especie de lógica “deu ex machina”, obvia que la cuestión clave (el hilo rojo conductor) es la construcción de una dirección revolucionaria, en un combate implacable contra todos los aparatos nacionalistas burgueses, pequeño burgueses y burocráticos, que son genéticamente enemigos de la revolución permanente. Por ello Olmedo y el trotsko chavismo es liquidador del partido revolucionario.
3) En conclusión, el coronel Chávez, de acuerdo a esta lógica de Olmedo es la mejor opción “posible”, una especie de “mal menor”, y no queda más que reconocerlo votando Si a su reforma constitucional, no importa si esta atenta contra la movilización independiente de la clase trabajadora.
En las palabras del propio Olmedo: “La cosa es bien concreta, y no requiere más que sentido común: cualquier derrota del proyecto “bolivariano” en este momento sólo será beneficiosa para la reacción y el imperio. Por eso, lo confieso, prefiero a Chávez y a Evo porque bajo sus gobiernos la clase trabajadora tiene mejor opción de desarrollarse” [26]
Apelar al sentido común es una pobre referencia para el marxismo. Trotsky, en su texto: “Su Moral y la Nuestra” nos indica: “ En un medio social estable, el sentido común resulta suficiente para practicar el comercio, cuidar a los enfermos, escribir artículos, dirigir un sindicato, votar en el parlamento, fundar una familia y multiplicarse. Cuando el sentido común trata de escapar a sus límites naturales, para intervenir en el terreno de generalizaciones más complejas, revélase que sólo es el conglomerado de los prejuicios de una clase y de una época determinada. Ya la simple crisis del capitalismo lo despista; más ante catástrofes como la revolución, la contrarrevolución y la guerra, el sentido común sólo es imbecilidad a secas. Para conocer las conmociones catastróficas del curso “normal” de las cosas, se precisan facultades más altas de la inteligencia, cuya expresión filosófica ha sido dada, hasta ahora, por el materialismo dialéctico”. [27]
Nosotros las y los trotskistas de la LIT, en lugar de apelar al sentido común para justificar la preferencia por el “mal menor” del coronel Chávez, usamos la dialéctica del proceso histórico contemporáneo, plasmada en la teoría de la revolución permanente y combatimos tenazmente por construir el partido revolucionario de la clase obrera, seguros de que es una tarea muy ardua y difícil, pero que es la única posibilidad realista de consumar la revolución socialista. Que lo logremos depende de la lucha de clases, y ante todo, de la construcción o no del sujeto social y político de la revolución, pero parafraseando a Moreno: no estamos seguros de triunfar, de lo único que estamos seguros es de que lucharemos con rabia para triunfar.

LOS EJEMPLOS DE OLMEDO SE VUELVEN EN SU CONTRA
Olmedo en una segunda carta que circula por la red, utiliza una serie de ejemplos de lo dañino que considera ha resultado la posición sectaria de la LIT, los cuáles son muy interesantes de analizar: Señala lo siguiente:
“En Panamá podemos hablar con propiedad de estas desviaciones sectarias que “olvidan” al imperialismo como piedra de toque para que los revolucionarios hagan política. Porque aquí fuimos víctimas directas de esos análisis sacados de contexto concreto y de la política sectaria y ultraizquierdista de la LIT. (…) Esta desviación condujo al PST panameño a otro error y crisis cuando, en 1987, el imperialismo y la burguesía “nacional” crearon la Cruzada Civilista en su enfrentamiento con el general Noriega. Recuerdo una agria discusión con un compañero de la dirección del PST que insistía en que debíamos presentarnos a una marcha de la Cruzada cuyo lema central era: “La empresa privada es libertad”. [28]
En efecto, estaba joven, pero recuerdo perfectamente esa discusión. La situación panameña era en extremo compleja. Se desarrollaban grandes movilizaciones de masas, en las que los y las educadores tuvieron un importante papel, lideradas por la oposición burguesa, contra el régimen de Noriega, altamente antidemocrático y corrupto. Al mismo tiempo, el imperialismo presionaba a Noriega para que se retirara del camino, apoyado en la oposición burguesa de la Cruzada Civilista, al punto de que al no ceder Noriega, finalmente impuso la invasión el 20 de diciembre de 1989, para derrocarlo y encarcelarlo. EL PST panameño, sección de la LIT, de previo a la invasión, estaba dividido. Un ala planteaba que el eje era la lucha democrática contra el régimen bonapartista de Noriega, y otra, que el eje era antiimperialista. Olmedo y otros compañeros estaban en esta segunda ala, que en definitiva tuvo sin duda la orientación principista y acertada.
En todo caso, el problema de ambas fracciones fue unilaterizar hasta cierto punto el programa y las tareas y no lograr sintetizar y combinar ambos ejes, en medido de una situación tan compleja y contradictoria. Pero no es casual que el compañero que menciona Olmedo de la dirección en ese entonces del PST(P) es uno de los que más lejos ha llegado en el oportunismo de esa vieja guardia. Es lógico que en un país como Panamá, con el enclave del Canal y con una larga tradición de lucha contra el imperialismo, no tener reflejos antiimperialistas sea un síntoma de descomposición política y moral entre las y los revolucionarios. En eso coincidimos plenamente con Olmedo. Pero lo que no dice Olmedo es que la posición de la LIT no estaba para nada a favor de esa ala oportunista con el “eje democrático”, sino que en ese momento (hay que indicar que Moreno ya había fallecido en enero de 1987), fue hasta cierto punto una dirección que procuró ser mediadora, sin mucha claridad al respecto.
Conviene también recordar que el general Noriega era un personaje de lo más oscuro, similar o más incluso que el propio Saddam Hussein iraquí que primero se asoció y apertrechó con el gobierno yanki de Ronald Reagan y Donald Rumsfield en la guerra contra la revolución iraní, y luego que cayó en desgracia para el imperialismo yanki, terminó derrocado por una invasión genocida y ahorcado. El general Noriega fue del ala derecha del torrijismo durante mucho tiempo, y como fue reconocido por los propios yankis, fungió como agente de la CIA. En este caso, sin cambiar su similar naturaleza de clase y su ubicación en 1989 como nacionalista burgués al igual que caracterizamos hoy a Chávez, hay cuando menos cierta distancia entre ambos personajes, como diría -suponemos- el propio Olmedo.
Hasta acá creo ser fiel a lo que fueron los hechos y las discusiones. Pero ahora veamos si el ejemplo de Olmedo es una buena analogía para el caso que originalmente debatimos: la política hacia el referéndum de Chávez del 2 de diciembre del 2007. Dos cuestiones al respecto:
1) A diferencia del diciembre de 1989 hoy no está planteada en Venezuela una invasión del imperialismo yanki contra Chávez para derrocarlo
2) Hipotéticamente, si en lugar de confrontar una invasión, de parte del imperialismo yanki, comandada por Bush padre, el General Noriega, en medio de las movilizaciones de masas con el eje democrático, hubiera llamado, con el concurso de la oposición burguesa., a un referéndum para someter a consideración una propuesta de reforma constitucional que recortara las libertades democráticas del movimiento obrero y la población en general, y posibilitara el asocio y la penetración con el capital imperialista, ¿cómo hubiera llamado a votar Olmedo Beluche? ¿si o no a la reforma indicada de Noriega? Una vez más Olmedo construye, sobre hechos ciertos, analogías falsas que no aplican a la discusión concreta.
Pero Olmedo señala más adelante en su carta : “ el paroxismo del simplismo lógico del trotsquismo ultraizquierdista llegó cuando en la última revista de la LIT, un par de semanas antes de la invasión norteamericana a Panamá, en diciembre de 1989, se editorializaba que Estados Unidos nunca invadiría el país. Con vergüenza recuerdo que, para poder repartir la revista, en enero de 1990, tuvimos que arrancarle la página editorial.” . [29]
Ciertamente Olmedo se ajusta a los hechos, pero parcialmente, y saca conclusiones falsas. Esa posición de la LIT fue una vergüenza., coincido totalmente. Pero lo que no dice Olmedo es que el sustento analítico de la LIT para esa tremenda pifia es justamente el objetivismo que casi destruye a la Internacional en los noventa, y que arranca desde la Tesis Mundiales de 1989, que declaraban que se abría la etapa de los “nuevos octubres”, y que la toma del poder estaba a la orden del día, a partir del “partido madre” de la LIT en ese momento: lo que fue el MAS argentino.
La razón para que la LIT tuviera semejante despiste frente a la inminente invasión a Panamá, es que en ese momento, en 1989, la dirección que sucedió en la Internacional después de la muerte de Moreno, llevó al absurdo la idea equivocada de que las condiciones objetivas, en especial la movilización de las masas, eran tan revolucionarias en sí mismas que el problema de la dirección se resolvería en el camino. Por eso se analizaba que la potencia de las masas y su asenso revolucionario era tan grande, que no era posible la invasión imperialista a Panamá, como ocurrió efectivamente poco después. Se apoyaba este análisis absolutamente equivocado en el criterio de que la caída del muro de Berlín, justamente en 1989, así como la seguidilla de derrumbes de los regímenes burocráticos en la ex Unión Soviética y en Europa del Este, auguraban el advenimiento de la “hora del trotskismo”, y abrían la etapa de la construcción de partidos revolucionarios con influencia de masas y la toma del poder. Se relegaba por completo el hecho de que en la antigua Unión Soviética y el este de Europa no existía el sujeto conciente, social y político para la revolución y por consiguiente, esa tremenda rebelión de las masas terminó siendo cooptada y canalizada en función de la restauración capitalista, impulsada por el imperialismo y con la reconversión de una fracción de la otrora burocracia stalinista en nueva burguesía mafiosa.
En lugar de la “hora del trotskismo” se abrió en los años noventa una ofensiva imperialita virulenta y una situación reaccionaria mundial, de retroceso del movimiento obrero y la izquierda en general.
Es necesario recordar además que, a escasos meses de realizarse el III Congreso Mundial de la LIT-CI, el 8 y 9 de julio de 1990, se reunió el Comité Ejecutivo Internacional (CEI) y sorprendió a toda la Internacional, al manifestar que las Tesis aprobadas por ese Congreso eran inservibles. Se difundió entonces un texto que marca un punto álgido en el desarrollo de crisis de la Internacional en los noventa y al mismo tiempo, en la batalla por superar esa crisis, rearmándose teórica y políticamente. Ese texto se conoció en nuestras filas como las “Anti- Tesis”, en cuya elaboración tuvo un papel destacado el PST colombiano, encabezado en ese entonces por el camarada Luis Herrera. El argumento central de ese texto es el siguiente: “El error básico de las Tesis y el que las convierte en un documento globalmente equivocado es subestimar la tarea decisiva de pelear por la superación de la crisis de dirección revolucionaria. Y es a partir de allí que las Tesis sobredimensionan y generalizan equivocadamente las tendencias objetivas de la situación revolucionaria, subestimando los recursos del frente contrarrevolucionario, exagerando las fuerzas de la LIT y proponiendo políticas y orientaciones organizativas que pueden llevar al aventurerismo y al oportunismo, desarmándonos para lo fundamental: la lucha por la dirección” [30]
Lo que también no dice Olmedo es que poco después, a fines de los 90, una tendencia interna de la LIT, la TMI, rompe de manera espectacular, porque se niega a aceptar, en todos sus alcances, las conclusiones de las Anti-Tesis y esa es la base original para la fundación del MST argentino y de la corriente internacional (que ha sufrido muchas fragmentaciones posteriores) de la que proviene Olmedo, y cuyo signo de nacimiento es el objetivismo.
Pero agreguemos algo más. El objetivismo de la LIT en ese período fue tal, que el mismo personaje del CC del PST(P) que refiere Olmedo, en esas mismas fechas de agudo debate en torno a Panamá, en agosto de 1987, junto con una camarada colombiana del SI de la LIT, en Managua, un día antes de que se firmaran los acuerdos de Esquipulas II, que inauguran las negociaciones que llevan a la rendición al FSLN y subsecuentemente a las guerrillas de El Salvador y Guatemala, negaba que ese proceso de negociación se consumara, de conformidad con la misma desviación objetivista que llevó a cerrar los ojos ante la inminencia de la invasión a Panamá. Es decir, frente al rol siniestro de la reacción democrática, vía negociaciones de paz, integración a los regímenes de democracia burguesa, así como la reconversión y traición de las direcciones guerrilleras y ex guerrilleras (otrora antiimperialistas); desgraciadamente, el “objetivismo” que campeaba en la LIT no nos preparaba para afrontar la situación adversa, de profundo retroceso, que se avecinaba, y al mismo tiempo, al menospreciar o minimizar el problema de la dirección, sirve como puerta de entrada para la capitulación a las direcciones enemigas de la revolución permanente.
El problema es más agudo ahora, pues el “optimismo” objetivista de Olmedo y la TMI a fines de los ochenta y en los noventa, cuando la realidad de la lucha de clases iba totalmente a contramarcha de esas elucubraciones, ha dado paso hoy al “pesimismo”, al completo oportunismo y la capitulación a las direcciones nacionalistas burguesas, como efecto de la desesperanza en torno a la factibilidad de la revolución obrera socialista, en momentos en que –paradójicamente- el asenso de las masas abre nuevamente posibilidades para relanzar y reconstruir la dirección revolucionaria.

A MODO DE COROLARIO. ¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ EN JUEGO?
Quizás a algunos compañeros y compañeras jóvenes les parezca muy dura la polémica que hemos emprendido. El 3 de diciembre encabecé una carta a Olmedo Beluche con la siguiente consideración: “Tengo sincero respeto y aprecio por tu trayectoria de luchador de toda una vida.(…) De más está decir que las críticas que hago a tu posición son estrictamente políticas, y para nada tienen que ver con tu valoración personal. Al mismo tiempo las hago, como corresponde en nuestra escuela marxista, con toda franqueza y crudeza, para ver si esclarecemos y profundizamos entre todos la cuestión en debate”. De estas líneas no cambio ni un punto ni una coma. Sigo pensando lo mismo. Olmedo Beluche, es justo decirlo, desde muy joven, desde mediados de los setenta, ha sido un tenaz militante del movimiento trotskista en Panamá. Cuando muchos se desmoralizaron en los noventa y desertaron, Olmedo se mantuvo en la brega, a pesar de las discrepancias cada vez más profundas que hemos tenido y que en la actualidad – creemos haberlo demostrado- son cualitativas e irreconciliables, Olmedo ha sido y es un militante honesto. Pero como el mismo dice: “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, o dicho de otro modo, con respecto a lo que esté en el tapete, para nada bastan las buenas intenciones. Nosotros decimos con todas las letras que el camino que ha tomado Olmedo, a partir de su capitulación en toda la línea al chavismo, es un camino sin retorno, es un salto al vacío, liquidador de los cimientos y pilares más preciados del trotskismo. A modo de resumen, reafirmamos que es un revisionismo global:
1) Porque atenta contra el principio fundacional del marxismo de la independencia de clase.
2) Porque conspira contra las dos estrategias permanentes de las y los revolucionarios: la movilización de masas y la construcción del partido revolucionario.
3) Porque abandona la teoría de la revolución permanente y abraza la teoría oportunista de los campos.
4) Finalmente, todo este revisionismo global, hunde sus raíces originarias en el objetivismo, que “olvida” que el problema de la dirección es el hilo rojo conductor que determina la situación mundial, y que su resolución, es decir la construcción de la hegemonía revolucionaria en el seno del movimiento obrero y de masas, exige un combate intransigente contra todos los aparatos, nacionalistas burgueses, pequeño burgueses y burocráticos, que son enemigos de la revolución permanente y su programa, y por lo tanto, grandes obstáculos que hay que franquear para avanzar hacia la revolución socialista, a escala nacional y mundial. Para citar un ejemplo clásico, sin la batalla enérgica y sin contemplaciones de Lenin y los bolcheviques contra el menchevismo oportunista, no se hubieran plantado las bases para la victoria de la revolución rusa de octubre de1917.
En cuanto a la dureza de la discusión, cabe agregar que, más allá de los afectos, antipatías y simpatías personales, el marxismo es la única concepción científica del mundo actual, al servicio de la praxis y la militancia revolucionaria, que busca con absoluta determinación develar el funcionamiento de la sociedad, de la manera más descarnada, que procura aproximarse a la verdad, porque es la única forma de crear instrumentos de análisis e intervención práctica para transformar dicha sociedad. Mientras que el propósito de la ciencia social burguesa es oscurecer la realidad, llenarla de velos y telarañas ideológicas, para ocultar el mecanismo de la explotación y de su Estado, y así someter a los explotados al consentimiento de su dominación; por el contrario, la ciencia social marxista es revolucionaria por antonomasia, en tanto procura la mayor claridad posible en torno a la realidad social, precisamente porque busca transformarla.
Si lo que está en juego es la más formidable tarea de construir el partido revolucionario (nacional e internacional) que destruya al capitalismo, en medio de incontables adversidades, represión y el influjo de los agentes burgueses, pequeño burgueses y burocráticos, que buscan adocenar, desorientar a la clase obrera y limarle su filo revolucionario, la polémica entre marxistas debe ser muy franca, directa, implacable, sin concesiones diplomáticas. Porque sin duda es mucho lo que está en juego, puesto que estamos convencidos de que, de no lograr destruir el capitalismo y suplantarlo por una sociedad socialista, las privaciones de la humanidad, la amenaza a la vida misma en el planeta y el futuro de las nuevas generaciones, se encuentran en la picota. Por eso los marxistas discutimos con dureza cuando se trata de afilar las herramientas teórico políticas y programáticas para la revolución.
Para concluir una cita de Moreno que es muy atinente para no perder nuestro norte: “Debemos metemos en la cabeza que nuestra política va dirigida a convencer a la clase obrera de que debe autodeterminarse, ser democrática y tomar el poder a través de la revolución de las masas trabajadoras, dirigidas por ella.(…) A lo largo de mi vida política, después, por ejemplo, de mirar con simpatía al régimen que surgió de la Revolución Cubana, he llegado a la conclusión de que es necesario continuar con la política revolucionaria de clase, aunque postergue la llegada al poder para nosotros en veinte o treinta años, o lo que sea. Nosotros aspiramos a que sea la clase obrera la que verdaderamente llegue al poder, por eso queremos dirigirla. [31] En efecto, aún cuando es un camino escabroso y a veces tortuoso, no hay más alternativa que recorrerlo. Solo nos resta agregar que los trotskistas de la LIT seguimos empeñando nuestros mejores esfuerzos en ese camino, sin esperar que la emancipación social venga de la mano de comandantes, coroneles, ni generales infalibles, que ofrecen la ilusión de un atajo inexistente.
Esperamos que este debate sirva para que Olmedo y demás camaradas de su corriente reflexionen, y ojalá rectifiquen. Pero además esperamos que estas líneas sirvan para que las y los militantes revolucionarios, y en especial, las nuevas camadas que se acercan a nuestro movimiento, estudien, cuestionen y enriquezcan esta polémica, porque solamente así podremos fortalecer al marxismo consecuente, que pese a todos sus avatares y disgregaciones, hoy se atrinchera con orgullo bajo la bandera de la IV Internacional.

San José, 20 de diciembre del 2007
*Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT), Costa Rica

ANEXO:
MORENO FRENTE A PERÓN: A PROPÓSITO DEL CIERRE DE RCTV
James Petras, académico norteamericano, influyente en la izquierda latinoamericana, lanzó la infamia típicamente stalinista de que la LIT y el Partido Socialista de las y los Trabajadores Unificado (PSTU) de Brasil son contrarrevolucionarios por haber llamado a votar No en el referéndum del 2 de diciembre, pero para mayor gravedad, afirmó que estamos coludidos con los estudiantes de derecha venezolanos, a sabiendas de que reciben financiamiento de la CIA yanki.
Olmedo Beluche critica abiertamente esta ignominia de Petras, pero acto seguido la relativiza al señalar: “ Pero también comprendo el cabreo de Petras, cuando leo un comunicado del grupo FOS de Argentina en el que califica el cierre de frecuencias de RCTV como “un recorte de la libertad de expresión”. Las neuronas no me dan para entender cómo supuestos trotskistas radicales, que acusan a Chávez de “defender la propiedad privada”, acaban haciéndole el juego a un golpista, agente del imperio y su “libertad de prensa burguesa” . Mas adelante hace su propia interpretación sesgada de la tradición morenista al respecto al indicar: “La mayoría de estos compañeros se autodefinen “morenistas”, pero olvidan la política de Nahuel Moreno durante el régimen de Perón, construyendo una corriente dentro del movimiento sindical peronista (Palabra Obrera) y cómo denunció sistemáticamente lo que hacía el Partido Comunista argentino, que tildaba a Perón de fascista y acabó apoyando el golpe de estado proimperialista de la “Libertadora”. [32]
Una vez más Olmedo hace muy mal uso de los ejemplos históricos y recurre a falacias. Primero vuelve a usar el fantasma del golpe, que hoy no aplica para Venezuela. En segundo lugar, en cuanto al cierre del canal de televisión privado RCTV, no usa la analogía correcta, porque debería tomar en cuenta la posición de Moreno frente al cierre del diario burgués La Prensa por parte del General Perón: es decir deliberadamente Olmedo confunde y extrapola la política de Moreno en 1951 frente al cierre de La Prensa, con la política frente al golpe gorila del 55 contra Perón. Para ilustrar lo anterior extraemos un fragmento del artículo publicado en Correo Internacional sobre la materia [33] :
“El General Perón, en la Argentina, para aumentar su control totalitario sobre los trabajadores, expropió el diario La Prensa, propiedad de un sector de la oligarquía, en el año 1951. Los argumentos usados por Perón fueron los mismos que usa Chávez en la actualidad y también hubo un sector de la izquierda que apoyó esa medida. Sin embargo hubo un sector del movimiento trotskista, dirigido por Nahuel Moreno, que no se dejó engañar por el discurso demagógico de Perón y se opuso firmemente a ella. Esto no le impidió, tiempo después, exigir al gobierno que entregara armas a los trabajadores para enfrentar a los golpistas que lo acabaron derribando, en 1955.
También existe otro caso similar, ocurrido en México, en 1938 En ese país, el gobierno de Lázaro Cárdenas comenzó una campaña contra la "prensa reaccionaria", con el objetivo de cerrarla. Esta política fue apoyada y alentada por el Partido Comunista y los sindicatos que influenciaba.
Este gobierno había tomado medidas contra el imperialismo mucho más profundas que las aplicadas por Chávez y la prensa reaccionaria lo atacaba en forma permanente. Sin embargo, León Trotsky, el gran revolucionario ruso, que entonces residía en México y que destacaba el carácter "altamente progresivo" de las medidas tomadas por Cárdenas, no se dejó engañar por su campaña de Cárdenas contra la prensa reaccionaria.
Escribiendo sobre la situación, alertaba el verdadero carácter de clase de esas medidas contra la libertad de prensa. Para él, aunque la campaña estuviera dirigida inicialmente a "doblegar la prensa reaccionaria. las consecuencias últimas serán principalmente soportadas por la clase obrera. (.) Tanto la experiencia histórica como teórica prueban que cualquier restricción de la democracia en la sociedad burguesa es, en último análisis, invariablemente dirigida contra el proletariado" (León Trotsky, Escritos, Tomo IX, Pág. 605).
Con respecto a los dirigentes sindicales del Partido Comunista que respaldaban y alentaban los ataques a la prensa reaccionaria, dijo en ese mismo artículo: ".cualquier 'dirigente' de la clase obrera que arma al gobierno burgués con medios especiales para controlar a la opinión pública en general y a la prensa en particular, es, precisamente, un traidor. En última instancia, la agudización de la lucha de clases obligará a las burguesías de cualquier tipo a llegar a un acuerdo entre ellas mismas; aprobarán entonces leyes especiales, todo tipo de medidas restrictivas y toda clase de censuras 'democráticas' contra la clase obrera. Quien aún no comprendió esto debe dejar las filas de la clase obrera."
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[1] Marx, Carlos y Engels, Federico. “Manifiesto del Partido Comunista”. Obras Escogidas en tres tomos. Traducción en español. Editorial Progreso, Moscú, 1976, p. 122- 123
[2] Beluche, Olmedo. “La pifia de algunos trotskistas en Venezuela”, diciembre 2007, inédito
[3] Arantes, Leonardo y Neto, César. “¿Por qué llamamos a Votar No?. 29 noviembre 2007. En: http://www.litci.org/MateriaES.aspx?MAT_ID=1027
[4] Herrera, Roberto. Debate digital sobre el referéndum en Venezuela, 7 de diciembre del 2007. Inédito
[5] Moreno, Nahuel. “Escuela de cuadros de Venezuela”, 1982. En: http://es.geocities.com/moreno_nahuel/30_nm.htm#_Toc536630918
[6] Petit, Mercedes y Moreno, Nahuel. “Conceptos Políticos Elementales”, 1986. En: http://es.geocities.com/moreno_nahuel/44_nm.htm#_Toc535474398
[7] Babeuf, Graco (1760-1797), líder del comunismo utópico francés, organizador de la “Conspiración de los Iguales”
[8] La Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como la Primera Internacional, fue fundada en una asamblea pública en Saint Martin´s Hall en Londres el 28 de septiembre de 1864. Carlos Marx presidió su Consejo General y pronunció el manifiesto inaugural.
[9] Marx, Carlos y Engels Federico. “Estatutos Generales de la Asociación Internacional de Trabajadores” En: Obras Escogidas en tres tomos. Tomo II. Editorial Progreso, Moscú, 1976., p. 14.
[10] Marx, Carlos y Engles, Federico. “Mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas”, Obras Escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1976, p. 183.
[11] Moreno, Nahuel. “El Partido y la Revolución”, 1973, En: http://es.geocities.com/moreno_nahuel/10_5_nm.htm#_Toc535727505
[12] Trotsky, León: “La Revolución Permanente”, 1930. En: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/revperm/rp10.htm
[13] Moreno, Nahuel. “La dictadura revolucionaria del proletariado”, 1979. En: http://es.geocities.com/moreno_nahuel/18_2_nm.htm#_Toc534428469
[14] Beluche, Olmedo. “La pifia de algunos trotskistas en Venezuela”, diciembre 2007, inédito
[15] Moreno, Nahuel, “La Traición de la OCI”, 1982, En:http://es.geocities.com/moreno_nahuel/29_1_nm.htm#_Toc534392564
[16] Olmedo, Beluche. op. cit.
[17] Olmedo Beluche, op. cit.
[18] Trotsky en su juventud rechazó el modelo centralista democrático de Partido que propugna Lenin (y que empieza a fraguarse desde 1903). El joven Trotsky era conocido en los círculos revolucionarios rusos como un “conciliador”, pues propugnaba por la unidad entre bolcheviques y mencheviques, en el supuesto de que, al calor de la revolución, como se experimentó de alguna manera en 1905, las diferencias entre ambas fracciones se tenderían a superar en la práctica, por efecto de la acción revolucionaria de las masas que se impondría. Luego en los albores de la revolución de octubre de1917, reconoció públicamente haberse equivocado al respecto y defendió en adelante el modelo de organización leninista que se encarnó en el Partido bolchevique
[19] Arato A y Cohen J. “Sociedad Civil y Teoría Política” MIT Press, Cambridge, 1998
[20] Castillo, Christian y Albamonte, Emilio “ Desafiando la miseria de lo posible: Discutiendo desde Trotsky con las ideas dominantes de nuestra época”. Panorama Internacional, N° 21, Buenos Aires, septiembre 2.004, p. 32
[21] Albamonte y Castillo, op. cit. p. 33. Datos tomados de Labour Force Statistics 1982-2002 (OCDE 2003), citados por Mauricio Rojas,” Mitos del Milenio. El fin del trabajo y los nuevos profetas del Apocalipsis”. Timbro, Buenos Aires, marzo 2004.
[22] Citado por Albamonte y Castillo, op. cit: Harman, Chris. “The workers of the world”, En: International Socialism Nº 96, 2002. Del total de empleados asalariados que existen a nivel mundial están descontados los sectores de la burguesía que reciben salarios corporativos y los sectores de la “nueva clase media” que obtiene pagos superiores al valor que crea a cambio de ayudar a controlar a la masa de trabajadores, sectores que en conjunto suman alrededor de un 10% del total de asalariados. El trabajo de Harman toma como fuente el estudio de Deon Filmer “Estimating the World at Work”, informe para el Banco Mundial, Informe del Desarrollo Mundial 1995. El trabajo está disponible en el sitio web del Banco Mundial.
[23] Albamonte y Castillo, op. cit. p. 29-30.
[24] Trotsky León: “El Programa de Transición: La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la IV Internacional. EN: http://www.elsocialista.org/
[25] Moreno, Nahuel. “Actualización del Programa de Transición”. En: http://es.geocities.com/moreno_nahuel/22_nm.htm#_Toc532407563
[26] Olmedo Beluche, Ibídem.
[27] Trotsky, León. “Su Moral y la nuestra”, 1939. En: http://www.geocities.com/trotskysigloxxi/Su_Moral.htm
[28] Beluche, Olmedo: “Sobre el mal uso del concepto bonapartismo”, diciembre del 2007, inédito
[29] Olmedo, Beluche, Ibíd.
[30] Comité Ejecutivo Internacional LIT. “Anti- Tesis”, julio de 1990
[31] Moreno, Nahuel. “Conversaciones sobre trotskismo”, 1986. En: http://es.geocities.com/moreno_nahuel/45_nm.htm#_Toc535510892
[32] Beluche, Olmedo. “La pifia de algunos trotskistas en Venezuela”, diciembre 2007, inédito
[33] Secretariado Internacional LIT. “Sobre el cierre de RCTV en Venezuela”. Correo Internacional, 21 de julio 2007