Historia del PRT

El 11 de septiembre de 1976 se funda la Liga Comunista Internacionalista (LCI), en la que convergen una serie de jóvenes de la generación de los setenta que empiezan a reivindicar el trotskismo y se vinculan al Secretariado Unificado (SU) de la Cuarta Internacional. Poco tiempo después, el 12 de febrero de 1976, la LCI realiza su primer Congreso y luego de una intensa deliberación decide adherirse a la corriente interna del SU: la Fracción Bolchevique (FB), encabezada por el dirigente argentino: Hugo Bressano Capacete, más conocido por su seudónimo de Nahuel Moreno. Poco tiempo después, en 1979, el recién nacido PRT vive la prueba de fuego del apoyo militante a la Brigada Simón Bolívar, organizada por la FB.

De manera que el PRT propiamente nace en 1977, no solo porque en esa fecha adopta su nombre actual, sino porque en realidad es a partir de ese momento que somos parte indeleble de la corriente internacional que luego se convierte en la Liga Internacional de las y los Trabajadores –IV Internacional, lo que nos permite aprender en un marco y una práctica internacionalista sólida, pese a las múltiples adversidades y limitaciones con las que surgimos. Limitaciones porque las y los fundadores estaban muy lejos de tener experiencia en el movimiento obrero y popular; y adversidades, porque en esos tiempos ser trotskista era un “pecado mortal” para la izquierda tradicional copada por el estalinismo. De manera que nacimos sometidos a las más severas condiciones de aislamiento y a todo tipo de ataques y maniobras por parte de los aparatos burocráticas.

Pero nuestro bagaje y nuestras defensas proviene justamente la corriente llamada morenista, la que orienta al puñado de jóvenes estudiantes inexpertos-as que fundan al Partido a esforzarse de manera consecuente por encontrar el camino hacia la clase obrera y los sectores más oprimidos, educados en un método leninista y la defensa de una moral revolucionara a toda prueba.

En estos 35 años el PRT ha sido parte indisoluble de las luchas obreras, estudiantiles y populares. Más allá de nuestros errores, carencias contratiempos, podemos decir con orgullo que hemos vivido hasta ahora una trayectoria consecuente, mientras otras denominaciones de izquierda han desaparecido, han renegado o han capitulado.

En todo caso, nuestra actitud está muy lejos de ser autosuficiente y arrogante. En estas fechas precisamente, recuperamos nuestro legado pero para proyectar e impulsar, sin ningún sectarismo, la urgente necesidad de articular a las y los luchadores radicalmente anticapitalistas, en un nuevo partido revolucionario, un paso superior en la batalla por la revolución socialista y la democracia obrera, a escala nacional, centroamericana e internacional.