¡NI CON MADURO
NI CON LA MUD!
¡POR LA
AUTODETERMINACIÓN Y LA MOVILIZACIÓN
INDEPENDIENTE DE LAS TRABAJADORAS Y LOS TRABAJADORES DE VENEZUELA!
1.- La
crisis de Venezuela no es el producto de una “conspiración” de la derecha
latinoamericana y el imperialismo yanqui para desestabilizar este país y dar un
golpe de estado para terminar con la profundización del proceso revolucionario
que supuestamente impulsa el gobierno de Maduro, como nos lo quieren hacer
creer todas las corrientes de izquierda proclives al colaboracionismo de
clases, incluso dentro de las filas del movimiento trotskista internacional
(con grupos nacional-trotskistas como el POS costarricense defendiendo también a
capa y espada a Maduro).
2.- El
PRT denuncia firmemente la injerencia imperialista desde la OEA, las presiones
de Washington y el respaldo de la derecha latinoamericana a la oposición
burguesa en Venezuela, pero no se deja llevar por la fantasía de los
colaboracionistas de clases que le capitulan a Maduro.
3.- El
chavismo fue un reflejo distorsionado del “Caracazo”, del levantamiento de
masas que conmocionó la sociedad venezolana en febrero de 1989, haciendo entrar
en crisis al régimen democrático-burgués que emergió a la caída de la dictadura
de Pérez Jiménez en 1958, sustentado en el pacto de alternabilidad en el poder entre
las fracciones burguesas agrupadas en Acción Democrática y el Copei (régimen
conocido como del “puntofijismo”). La miseria creciente de las masas
venezolanas ponía en evidencia que la acumulación capitalista en Venezuela
funcionaba a través del robo descarado de los ingresos que recibía el Estado
provenientes de la renta petrolera y que la estructura productiva del país (con
predominio del latifundio y falta de inversión en el sector manufacturero)
ahogaba el mercado nacional.
Fracasado
su intento de golpe de estado en 1992, Chávez accede al poder en las elecciones
del 98, dándole expresión a un proyecto de desarrollo capitalista nacional, impulsado
por mandos militares, sectores reformistas de la izquierda y empresarios
medios. El eje de su programa era propiciar una renegociación a favor de
Venezuela de la renta petrolera y una redistribución a lo interno de la misma,
para hacer concesiones al movimiento de masas que le permitieran capitalizar el
apoyo del mismo al proyecto chavista y, por otro lado, financiar la
modernización y diversificación del aparato productivo nacional.
4. El
inmenso apoyo popular con el que sube Chávez al poder, le permiten reformar la
constitución y moldear un tipo de régimen que en la teoría marxista ha pasado a
ser conocido como “bonapartista sui-generis”.
Exilado
en el México de Cárdenas, el único gobierno burgués en el Planeta que en un
acto de independencia se atrevió a darle asilo, Trotski se aproximó a la
historia latinoamericana y fue testigo de la nacionalización petrolera en el
México de Cárdenas. Su reflexión al respecto aporta un instrumental teórico
importantísimo para entender la naturaleza burguesa del chavismo y los límites
que esto determina.
“En los
países industrialmente retrasados el capital extranjero juega un rol decisivo.
De ahí la relativa debilidad de su burguesía nacional en relación al
proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El
gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la
relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado.
Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui-generis, de índole
particular. Se eleva, por decirlo así, por encima de las clases. En realidad,
puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y
sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o
maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones,
ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación
a los capitalistas extranjeros”. (León Trotsky, La industria nacionalizada y la administración obrera, 1939).
El
bonapartismo sui-generis de Chávez, más allá de la demagogia nacionalista y
socializante con la que trató de cuadrar detrás suyo a las masas venezolanas
(el discursito del socialismo del siglo XXI) va a tener límites “antimperialistas”
predeterminados, que le permitieron establecer una relación relativamente poco
conflictiva con el imperialismo norteamericano: Chávez heredó el petróleo venezolano
nacionalizado desde el 1º de enero de 1976 por el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Bush y Clinton aguantaron
las peores chanzas de Chávez porque el abastecimiento estaba asegurado y las
pocas nacionalizaciones que hizo el chavismo, de empresas en problemas, fueron
muy bien pagadas.
La
comparación con la actuación de Cárdenas es interesante también desde este
ángulo porque el conflicto se dio con el capital inglés (en decadencia) y
Washington (que era autosuficiente en materia petrolera en esa época) se limitó
a presionar para lograr que a Cárdenas lo sucediera un gobierno de la corriente
más de derecha dentro del PRI: el de Ávila Camacho, que conformará los
rasgos antidemocráticos y represivos del estado mexicano actual.
Para
ilustrar lo que queremos decir, salvando las enormes distancias que existen de
todo tipo, a casi cuatro décadas del estallido de la revolución iraní,
Washington no perdona la expropiación del petróleo en este país y por más
esfuerzos que hacen los sucesores del Ayatollah Khomeini para conciliar con los
Estados Unidos este país sigue siendo considerado una amenaza a la seguridad
global del imperialismo yankee.
5. Lo
anterior no significa que subestimemos la gravedad de las coyunturas en que la
burguesía venezolana intentó deshacerse de Chávez por la vía golpista: el
intento de abril del 2002 y el lockout patronal de diciembre-enero del 2003. El
hecho es, sin embargo, que aunque en estos momentos se generó mayor tensión con
el imperialismo yanqui y europeo, éstos no volcaron todo su peso para provocar
la caída de Chávez. Incluso ahora, cada vez hay más señales, de que Washington
se inclina a una salida negociada que evite que la fractura del chavismo se
convierta en una fractura de los mandos militares y la posibilidad de un curso
de guerra civil (en la OEA se ha congelado el proceso para una condena de
Venezuela y el Vaticano, que nunca ha dejado de intervenir, ha vuelto a
maniobrar abiertamente).
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